Las últimas semanas de octubre y las primeras de noviembre eran de lo más predecibles en materia de estrenos cinematográficos. Siempre podías contar con un estreno de la última película de terror.
Jason Vorhees y su machete hacían acto de presencia con una nueva secuela de la franquicia de Friday The 13th en estas épocas. A menudo disputaban fechas de estreno con Michael Myers en Halloween o con Freddy Krueger en alguna nueva Nightmare on Elm Street, pero lo cierto es que no se preocupaban mucho con debuts de otra clase de películas pues la regla no escrita decía que el horror era consumido en las fechas cercanas a… bueno, al Halloween, de hecho. Así de fácil.
Pero la llegada de franquicias enfocadas al “terror juvenil” como Scream o Final Destination comenzó poco a poco a romper con esta tradición. Y es que era razonable acercar al público con épocas del año en que estaban más propensos a ir al cine, así que los distribuidores se enfocaron en expandir el mercado en meses distantes al otoño. I Know What You Did Last Summer se tornó en algo más que un título, sino en una afirmación de la industria fílmica, que se completaba aseverando que el público joven había ido al cine en busca de pegar gritos de miedo.
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Llama la atención que la tendencia ahora se haya solidificado al punto de que el cine de horror amplió sus subgéneros, pero también expandió su influencia a otros medios. Videojuegos atemorizantes como Silent Hill o Resident Evil terminaron por generar impacto como películas en esa categoría, y su estreno dejó de estar atado a la época de Halloween por el simple hecho de que habían nacido orgánicamente en consolas de Playstation y Nintendo, donde la temporalidad no era un argumento determinante.
Por supuesto, las crueles imágenes de sangre, dolor, tortura y sufrimiento experimentadas en la pantalla grande tenían que trascender a la TV. Bastó que los zombies dejaran de ser presencia de nicho en películas de George A. Romero y que el exitoso cómic The Walking Dead se llevara a la televisión para desatar una oleada de contenidos donde la violencia por la violencia dejó de ser un tabú más.
Pero la pregunta real es, ¿nos hemos hecho inmunes a sentir aversión ante las imágenes horripilantes?
Hace un par de semanas las reacciones de repudio ante la violencia exhibida en el estreno de la séptima temporada de The Walking Dead pasaron sin pena ni gloria. Si hubiéramos visto a un tipo destrozándole el cráneo a batazos a otros dos hombres en la tele hace diez años, seguramente las manifestaciones de protesta por parte de grupos de interés tendrían repercusiones hasta la actualidad. Pero es un hecho que el público no sólo se ha vuelto más tolerante, sino que ahora prácticamente exige ser sobresaltado por este tipo de programas.
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Series como American Horror Story han desarrollado una intensa visión narrativa a raíz de esta nueva tendencia, y aunque el género pueda no gustarte, también debemos reconocer que al menos está elaborando propuestas audaces de la mano de guionistas y actores con talento. Mejor aún, esta clase de producciones están abriendo oportunidades para actrices como Kathy Bates o Jessica Lange que parecían haber visto reducciones drásticas en sus oportunidades histriónicas, pues una buena historia de terror no está irremisiblemente atada a una protagonista joven con medidas dignas de Playboy y un rostro para anunciar cosméticos. Curioso, pero ya no estamos atados a ver a chicas en bikini perseguidas por un tipo con una sierra de cadena, y podemos apreciar la terrible estética de series como Hannibal sin ninguna culpa.
¿Hay una “burbuja del terror”? De ser así, no está a la vista. La crudeza visual que notamos en recientes producciones confirma que la gente dejó hace tiempo de asustarse al ver sangre. El hecho de contar con presupuestos reducidos hace que incluso las películas consideradas como “fracasos” (la nueva versión de The Blair Witch Project, por ejemplo) sean capaces de recuperar su inversión. Y sobra decir que la perspectiva de crear la próxima Paranormal Activity o The Conjuring, recaudando cientos de millones en taquilla al gastar menos de lo que cobra Tom Cruise por una Mission: Impossible resulta tentador.
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Así que ya lo sabes. Es hora de despertar a una terrorífica realidad que no depende del 31 de octubre y sus rostros grabados en calabazas. El horror está con nosotros los 365 días del año, y tu dinero permitió que creciera así.
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