Solo la Casa Blanca y un estadio de fútbol sufren graves daños estructurales, la destrucción de la civilización humana se mantiene a un refrescante mínimo en “X-Men: Days of Future Past” — uno de varios aspectos ambiciosos y sorprendentes de la nueva película de Bryan Singer.
Al igual que la primera película de “X-Men” que empezó con un flashback del Holocausto, la nueva película comienza con una evocación sombría de la muerte y la guerra, esta vez situada en un futuro ficticio.
Un ejército de robots asesinos conocidos como Sentinels casi han conseguido eliminar a todos los mutantes y sus partidarios humanos, dejando al profesor Charles Xavier (Patrick Stewart) y su amigo/enemigo desde hace mucho tiempo, Erik Lensher/Magneto (Ian McKellen), para buscar refugio con sus pocos aliados en un remoto refugio chino del gobierno.
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La última esperanza es que Kitty Pryde (Ellen Page), cuyos poderes incluyen la capacidad de transportar a una persona a través del tiempo. El Profesor X y Magneto proponen que Kitty mande a Logan/Wolverine (Hugh Jackman) hasta el año 1973 con el fin de deshacer ciertos acontecimientos claves y así borrar el programa Sentinel de la historia.
Logan es transportado a una época de lámparas de lava y donde las camas de agua todavía existen, y donde Richard Nixon y Alice Cooper todavía viven. Logan debe convencer a la versión más joven de Charles (James McAvoy) que lo que les espera es un futuro oscuro si no actúan inmediatamente. Pero es más fácil decirlo que hacerlo.
Los 60 fueron una década especialmente dura para Charles, dejándolo con un choque emocional y mental: abandonó su escuela para jóvenes mutantes (sólo Hank McCoy/Beast, nuevamente interpretado por Nicholas Hoult, se ha quedado), y es adicto a un suero que recupera su capacidad para caminar pero reprime sus poderes telepáticos — es decir, su don de la empatía.
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Aún así, Logan es suficientemente persuasivo, y Charles acepta infiltrar el Pentágono y sacar a Erik (Michael Fassbender) de la prisión subterránea donde está detenido por crímenes pasados.
Logan le pide ayuda a su amigo Peter (Evan Peters), conocido como Quicksilver por su increíble agilidad, y que sinceramente roba cada escena en la que está.
Con el fin de detener al Charles, Erik y Logan deben dirigirse primero a Francia, donde los acuerdos de paz de París están a punto de ocurrir. Su objetivo es localizar el renegado mutante Raven/Mystique (Jennifer Lawrence), que no se da cuenta que su complot para asesinar a Trask sólo acelerará el programa del gobierno mutante-extinción.
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La historia se convierte efectivamente en un triángulo platónico, con el Profesor X, Magneto (que, como siempre, tiene su propia agenda sorprendente) y Mystique. Hay varios conflictos morales en juego — ¿Abandonará Mystique su agenda asesina? ¿Podrá superar Charles su angustia y pelear la buena batalla?
La película se enfoca en sus cuatro protagonistas y deja poco espacio para el resto del conjunto, con su exceso de caras nuevas y familiares. Bryan Singer todavía no ha descubierto cómo hacer que el personaje de Halle Berry, Storm, sea una presencia convincente; Iceman de Shawn Ashmore aparece de manera agradable pero algo truncada. Blink es uno de los personajes más memorables debido a sus ingeniosas poderes de teleportación.
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