Cuando una leyenda se nos va el impacto social es masivo. El mundo llora la muerte de Muhammad Ali, y esta tristeza es ciertamente justificada porque su contribución a la humanidad fue tan significativa como su corazón luchador y sus habilidades en el ring.
Ali fue el más grande pugilista de todos los tiempos, un honor que se ganó a punta de trabajo y sacrificios, cultivando una brillante trayectoria. Sin duda, una carrera con numerosas victorias; y claro, con polémicas dentro y fuera del cuadrilátero. Así lo decía: “Soy el más grande, porque lo dije incluso antes de que supiera que lo era”.
Una de las frases célebres de Ali fue: “Flota como mariposa, pica como abeja. Tus manos no le pueden pegar lo que tus ojos no ven”. Y ese era él, rápido, agudo y preciso, tanto de manos como pies; estas eran algunas de las grandes habilidades de este peculiar boxeador.
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Igualmente era muy conocido por sus excentricidades, y más aun por sus elocuencias; le gustaba la atención mediática, y esta dinámica era recíproca. Su detractores lo llamaban ‘El bocazas’, porque decía lo que quería, sin ningún tipo de tapujos: “Yo soy un sabio del boxeo, un científico del boxeo. Esa es una realidad científicamente demostrada. Allá ustedes si olvidan, por su cuenta y riesgo, que soy maestro del baile, un gran artista”.
Ali logró dominar la escena pugilística por más de dos décadas. Desde sus comienzos, cuando aún utilizaba su nombre de pila, Cassius Marcellus Clay Jr., su gran talento era evidente. En su paso por el boxeo amateur, el oriundo de Kentucky, salió victorioso en las olimpiadas de Roma 1960, llevándose la medalla de oro. Ese mismo año, y gracias a su increíble performance en Italia, fue cuando dio su salto al circuito profesional en los Estados Unidos.
Su historial y trayectoria boxística son extensos, con un récord de 56 peleas ganadas, 5 derrotas, y 37 nocauts. A esto le añadimos el hecho de que Ali fue el primer púgil en ganar tres veces el título de los pesos pesados – también conocida como la máxima división del boxeo.
Su peculiar técnica, para algunos críticos muy alejada del boxeo tradicional, fue unas de las características más distintivas de su carrera como boxeador, pero su legado como atleta trascendió más allá del mundo deportivo, como ningún otro. Ali fue capaz de romper paradigmas, en una época muy compleja para la comunidad afroamericana en los Estados Unidos.
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Su contribución al mundo del deporte es excepcional, pero su influencia en lo social, la política, las luchas sociales y humanitarias fue lo que lo convirtió en todo un fenómeno histórico.
En 1964, justo un día después de haberle ganado a Sony Liston el título mundial de los pesos pesados, el quien otrora fuera conocido como Cassius Clay, se convierte en Muhammad Ali; profesando la fe musulmana, y abandonando así su nombre de nacimiento, por ser alusivo a los nombres de esclavos.
Tal vez se podría decir que fue un rebelde, pero con causa, eso si. Fue encarcelado por negarse a servir en las Fuerzas Armadas durante la guerra de Vietnam, argumentando ser musulmán, y por lo tanto objetor de conciencia. Allí paso cinco años de su vida, su licencia de boxeador fue suspendida, a la vez que fue acusado de desertor.
Ciertamente, su gran pelea no fue en el cuadrilátero, sino por la integración racial. Era amigo íntimo de Malcom X, y compartió también con otro ícono estadounidense, Martin Luther King.
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Sus modismos, desenfado al hablar y perspicacia verbal lo hicieron una de las personalidades más populares del conflicto racial en los Estados Unidos. Se involucró de tal manera que utilizó su fama de atleta e influencia en la opinión pública como plataforma para promover la integración racial entre blancos y negros.
Ali fue uno de los grandes responsables por el cambio de mentalidad y apertura de la sociedad estadounidense. Tomo el rol de liderazgo del conflicto racial porque ambas figuras, Malcom X y King, fueron asesinados: “Tomé la decisión de ser un negro de los que no se dejan atrapar por los blancos”, decía el pugilista.
A pesar de sufrir del Mal de Parkinson por 32 años, Ali batalló hasta sus últimos días. Nunca se retiró de la vida pública, y siempre fue un ejemplo de perseverancia. Al final, consiguió que todos, sin excepción de raza, lo reconociesen como una leyenda del deporte y de la sociedad estadounidense – ganó la cruzada de la igualdad por los derechos civiles, sin importar el color de la piel ni la religión.
¿Por qué llora el mundo la muerte de Ali? El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, lo dijo todo en una frase memorable, “Muhammad Ali sacudió el mundo. Y el mundo es mejor gracias a él. Todos somos mejores por ello”. ¡Como Ali solo uno!
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