Mujeres con piernas kilométricas, bustos perfectos, traseros firmes y rostros impactantemente bellos se pasean por la pasarela. Decir que están vestidas de alguna forma es una imprecisión, pues la cantidad de tela o encaje que cubre sus estilizados cuerpos podría caber en una taza de café, y quedaría espacio para la crema. La empresa misma que auspicia el evento alguna vez se refirió a estas mujeres como “Ángeles”, pero podría calificárseles de “diosas” sin llegar a la exageración.
En teoría debería sentirme un poco incómodo por fijarme con tanta atención en las modelos del Victoria’s Secret Fashion Show. Pese a los resultados de la más reciente elección presidencial, estos Estados Unidos de América siguen siendo una tierra de corrección política, en la que en teoría hemos dejado atrás la objetificación de la mujer. En teoría, aclaro. En la práctica, sin embargo, este desfile de chicas en lencería puede competir en atención con los “playoffs” de nuestra liga deportiva favorita, con un estreno cinematográfico veraniego, con una persecución policiaca a gran velocidad transmitida en el noticiario de las seis.
¡Ah, no hay problema en disfrutarlo! Ahí está Lady Gaga, cantando un tema de su más reciente disco mientras Taylor Hill camina por la pasarela, en encaje negro más transparente que las convicciones políticas del elenco de Hamilton. Pero Gaga es una defensora de los derechos de la mujer, ¿cierto? O sea, si ella da su aval al desfile… lo puedo disfrutar, ¿verdad?
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Demasiado tarde, ya lo estoy disfrutando. Pero Gaga o no Gaga, aún no sé si tengo pleno derecho a hacerlo. Es un mal año para ser políticamente correcto, en particular cuando hubo tanta discusión con respecto a los hechos que ocurren tras bambalinas en un certamen de Miss Universo, donde al parecer el dueño del concurso se pasea por los vestidores cuando las concursantes se están cambiando, ¿sabías? Claro que lo sabías. Votaste por el dueño, vamos…
La cosa se complica más con el dichoso Swimsuit Issue de Sports Illustrated. Dejando a un lado el hecho de que en comparación con lo que uno se topa en Internet de forma casual, esta revista prácticamente está mostrando mujeres en burkas, la edición más reciente presenta una particular paradoja al hombre que soy. Y es que tiene tres portadas distintas.
La primera de ellas es la de la modelo Hailey Clauson, quien parece haber sido forjada por artesanos a partir de materiales enriquecidos con el ADN de una muñeca Barbie: rubia, ojos azules, cintura mínima, piernas más largas que el día anterior a la fecha de paga. Sin embargo, desde que soy suscriptor de SI (1992, por si tenían duda), se me ha reprendido en incontables cartas a la redacción por ser “sexista”, “macho incorregible” y un “pésimo ejemplo para la sociedad” si manifiesto que esta edición me gusta y que me parece inofensiva.
Oh, esperen: La segunda portada es la de la modelo “plus size” Ashley Graham. Ella luce un bikini que parece estar sosteniéndose en su lugar a fuerza de buenas intenciones, revelando las vertiginosas curvas de esta atractiva chica. Según los medios modernos, ahí sí estoy bien en quedarme boquiabierto ante su figura, pues ella es “valiente”, “innovadora” y está “a gusto con su cuerpo” a pesar de ser voluptuoso y de salir de los estándares habituales. Respiro tranquilo, entonces: está bien disfrutar de ver mujeres semidesnudas.
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¿O lo está realmente? Ronda Rousey aparece en la tercera portada. Ella ni siquiera se molestó en ponerse un traje de baño, simplemente le pintaron uno sobre el atlético cuerpo. Pero no hay problema si menciono que Ronda luce espectacular, ¿verdad? Digo, ella es una atleta talentosa, que ha esculpido esa figura impecable a base de gimnasio, de alimentación sensata y probablemente de romperle la cara a listillos como yo, cuando le lanzamos un piropo subido de tono sin darnos cuenta de que puede quitarnos la vida con un gancho de izquierda. La verdad no sé qué hacer, ¿digo que me gusta esta revista o la critico? ¿Me pegará una patada Ronda si lo hago?
Este conflicto tan sólo me ha comenzado a atribular en el transcurso del 2016, pero creo que los años venideros sólo empeorarán el debate interno. ¿Ser sexista, o al menos aparentarlo, sigue siendo condenado por la sociedad? ¿Es sólo una convicción personal, que debemos estimar y regular nosotros mismos? ¿Hay consecuencias si apostamos por dejar ir nuestras hormonales reacciones sin freno alguno?
Demasiadas preocupaciones, la verdad. Mejor me quedo respondiendo las cuestiones más pertinentes al momento: ¿Quién es la Hadid más impactante, Bella o Gigi? ¿Cómo es que Kendall Jenner no ha pescado un resfriado ya, con tanta piel expuesta a los elementos? ¿Absolverá Lady Gaga todos mis pecados visuales? Preguntas y más preguntas…
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