Una de dos… o el dicho de “segundas partes nunca fueron buenas” está empezando a tener sentido, o nos estamos volviendo más sofisticados como audiencia (sí, claro).
Y es que Hollywood está enfrentando una costosa realidad, particularmente en el transcurso del último año: las secuelas están fracasando en taquilla. Salvo un par de éxitos anticipados (Captain America: Civil War, Jurassic World), los estudios están sufriendo terribles desengaños con productos que mostraban potencial de conectar con el público, pero que fracasan estrepitosamente cada fin de semana de estreno.
¿A qué se debe este fenómeno? Hay diversos factores en juego. Primero que nada hay que considerar que a veces se cree que el éxito de una película automáticamente significa que la audiencia quiere más historias con esos mismos personajes. ¿Te imaginas una secuela de Casablanca, The Usual Suspects o Amélie? Estamos hablando de filmes prácticamente perfectos, que cierran sus arcos narrativos con precisión y nos dejan imaginar un futuro para los protagonistas. ¿Es realmente necesario volver a esos personajes, entablar nuevos conflictos en espera de que los resuelvan? Claro que no. Pero hoy en día parece que se debe pensar forzosamente en una película como una franquicia en potencia.
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En el caso de otras producciones fallidas, es claro que sus secuelas suceden demasiado pronto. A veces hay que apostar porque el público sea paciente, de manera que llegue a apreciar de forma genuina una segunda parte a la historia que disfrutó originalmente. Las sagas juveniles de Divergent y Maze Runner parecen haber caído víctimas de este fenómeno, al igual que comedias como Neighbors 2 y Ride Along 2 o franquicias como la de Teenage Mutant Ninja Turtles. ¿Cómo extrañar a los personajes que acabamos de ver, y que todavía están saturando con su presencia los canales de cable y los servicios de streaming? A menudo me topo con personas que creen que la secuela que se está anunciando es la película original, simplemente porque no ha transcurrido tiempo suficiente entre la exhibición comercial y la transición a medios de entretenimiento casero.
También existe el ejemplo opuesto: películas que dejan pasar demasiado tiempo para mostrar una segunda parte. No es el caso de Star Wars:The Force Awakens o Jurassic World, pero ahí hablamos de la franquicia con mayor base de aficionados y de un producto que se rejuveneció gracias a la depuración de los efectos visuales en la actualidad. ¿Pero una comedia como Zoolander 2, producida 15 años después de la original? Es difícil pensar que el público seguiría interesado en sus personajes, algo que no luce nada alentador para futuros estrenos como Bridget Jones’s Baby o Bad Santa 2, que han dejado pasar 12 y 13 años respectivamente desde que sus predecesoras llegaron a cines.
El éxito de la cinta previa tampoco garantiza nada. X-Men Apocalypse, Alice: Through The Looking Glass y Now You See Me 2 no produjeron los resultados esperados por los estudios. Una de las pocas excepciones es la de The Conjuring 2, aunque es bien sabido que el género de horror suele ser inmune a afecciones que afectan a otra clase de películas. Sea como sea, es necesario buscar respuestas a esta oleada de fracasos.
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El optimista que vive en mí entretiene la idea de que nos estemos volviendo más exigentes como público. Finalmente surge una respuesta a las trilladas preguntas de “¿Otra secuela más? ¿Se les acabó la imaginación?” Por otro lado cabe pensar que la gente simplemente no está tan dispuesta a asistir a las salas de cine como solía estarlo. Cada vez se acortan más las distancias entre el paso de una película por los complejos cinematográficos y su llegada a servicios de TV de paga, hecho que solía tomar al menos seis meses para los éxitos probados. En términos claros: no es que no queramos ver otra película de Ice Age, sino que es más cómodo esperar a verla en iTunes, Netflix o los PPV de Comcast.
El jurado aún tiene que emitir un veredicto sobre este fenómeno. Este año todavía nos espera una secuela de Independence Day (20 años después de su predecesora), una adición a la franquicia de Bourne (Jason Bourne, con Matt Damon de vuelta en el rol titular) y una Ghostbusters que, si bien no es una secuela, sí se deriva de un producto cuyo último paso por las salas ocurrió en 1989. Así que no hablemos aún de una epidemia fatal… pero es necesario tener a los médicos en alerta, por si acaso.
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