El miedo infundado de que Disney adquiera a Netflix [Opinión]

Hace pocos días corrieron nuevos rumores sobre una posible adquisición mediática a gran escala. Netflix, el gigante del “streaming” y una de las empresas de entretenimiento con la propuesta más interesante de los últimos años, se encontraba en la mira de un par de colosales empresas.

Por un año se especulaba que Apple podría ser quien jalase el gatillo para comprar a la compañía que, para fines prácticos, constituye una especie de competencia/complemento para sus propios servicios de distribución de contenido. Aunque siendo realistas, la empresa fundada por Steve Jobs es asociada cada cinco minutos con la compra de “algo grande”, con la Fórmula 1 como ejemplo más reciente. Es como tener un amigo con dinero en un círculo social donde todo mundo especula en qué lo va a gastar, cuando lo lógico es que si dicho amigo cuenta con capital de sobra… quizá se deba a que no lo gasta a la ligera.

Pero el rumor que llamó más poderosamente la atención incluía a otro nombre que nos es exageradamente familiar en la industria del entretenimiento: Disney. Así es, The Walt Disney Company surgió en los círculos especulativos como la firma que “lógicamente” debería hacer una oferta por Netflix.

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Las reacciones bursátiles no se hicieron esperar. Los meros rumores reforzaron considerablemente la posición de Netflix en el mercado de valores, algo notable después de un breve periodo en el que no parecía ir a ningún lado. Igualmente, Disney estaba buscando un repunte en el valor de sus acciones tras una tendencia a la baja, atribuible al hecho de que cada vez más personas están dejando de depender de la TV por cable y recurren en su lugar a servicios de “streaming”.

Puesto de esta manera, el caso hipotético de la compra de Netflix tiene todo el sentido del mundo para Disney, una empresa que de cualquier forma ya ha estado cediendo exclusivas de sus contenidos al novedoso servicio. Las producciones de Marvel, propiedades como Star Wars e incluso los clásicos animados creados por el mismo Walt Disney han ido anunciándose poco a poco para fortalecer un menú de opciones de por sí fuerte, gracias a productos originales como Stranger Things, Orange Is The New Black y House of Cards.

Y sin embargo todavía hay reacciones adversas a esta posible unión en un sector considerable del público. El temor a que Disney, una empresa fundada en entretenimiento familiar, pueda influir para que los contenidos más polémicos de Netflix se vuelvan más accesibles, ha sido manifestado frecuentemente en redes sociales e incluso entre algunos analistas mediáticos.

Tal parece que la gente olvida pronto las discusiones similares que se suscitaron después de las adquisiciones de Marvel y Star Wars. En el primer caso se creía que la influencia de Disney generaría cómics desprovistos de una naturaleza rebelde y propositiva, ajustándose más bien a productos de venta fácil. Tras varios años de una alianza que ha generado satisfactorios resultados (principalmente a través del llamado “Universo Cinematográfico Marvel”, podemos deducir que la injerencia del gigante mediático en el mundo creado por Stan Lee, Steve Ditko, Jack Kirby y compañía ha sido un gran acierto, tanto a nivel crítico como en ganancias netas.

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El ejemplo de Star Wars resulta aún más claro para ilustrar lo infundados que resultan los temores en torno a que Disney pueda desvirtuar los productos con los que se forma alianzas estratégicas. El estado de la propiedad intelectual creada por George Lucas a finales de los 70 se encontraba en un punto delicado poco antes de su billonaria venta. Star Wars había producido tres precuelas vilificadas tanto por la inmensa mayoría de los fans auténticos de la franquicia como por los críticos especializados. Lucas pasó de ser un visionario realizador a alguien que motivaba burlas con cada nueva decisión relativa a sus creaciones, y empezó a ser identificado como un mero fabricante de juguetes.

¡Ah, pero recordemos las reacciones de dichos fans de abolengo cuando se anunció la compra de Star Wars por parte de Disney! Los memes de la Estrella de la Muerte con orejas de Mickey Mouse, la Princesa Leia convertida en “Princesa Disney”, las imágenes de Yoda dialogando con el Pato Donald en un duelo de patrones lingüísticos atípicos… Docenas y más docenas de discusiones inútiles respecto a que la empresa iba a “robarse el espíritu” de Darth Vader, en un ejemplo claro de que las polémicas en Internet suelen ser tan vacías como ridículas.

¿Y qué ocurrió finalmente? ‘Star Wars: The Force Awakens’ convenció a la abrumadora mayoría de los devotos de la franquicia, se presentaron ambiciosos proyectos para parques temáticos y futuras producciones, se acrecentó aún más el negocio de la mercancía oficial… Un escenario ganador para todos, prácticamente.

Con la moneda aún en el aire respecto a la seriedad con la que deben tomarse estos rumores de adquisición, también hay que reflexionar sobre un punto en específico: Disney puede remitirte a la inocencia de la animación tradicional y a la empatía que generan sus personajes emblemáticos, pero a final de cuentas no debemos olvidar que es una empresa que depende de vender entretenimiento, sin importar demasiado la plataforma. Resultaría un poco absurdo verles desembolsar cientos de millones de dólares por compañías famosas por producir contenidos de calidad, sólo para desvirtuar la naturaleza de los mismos.

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De momento podemos vivir con estos rumores, pero si crees que el personaje que interpreta Kevin Spacey en ‘House of Cards’ está por grabar un episodio “muy especial” en “el lugar más feliz del mundo, quédate tranquilo. Todos los escenarios exagerados en un clima de venta deben tomarse con un grano de sal. O en este caso con una cucharada de azúcar, según aconsejaba Mary Poppins.