La reina de las redes se encuentra en una encrucijada. Su imperio podría verse afectado ante una posible decisión de dejar a un lado la constante exposición de su vida personal. Un robo a mano armada que vino a romper con esa esfera de seguridad e inmunidad que parecía rodearle, y ahora gran parte del mundo espera con ansias su reacción final ante lo que involucra su futuro.
Kim Kardashian es, tanto para fines prácticos como para la percepción que tiene de si misma, una empresa más allá de una persona. Su nombre y apellido se han convertido en un sinónimo de hacer dinero, aunque el sustento de dicha bonanza no parezca ir más allá de simplemente… ser. “Es un talento, el poseer una marca cuyo éxito estriba en que la gente te quiera por ser quien eres”, reveló Kim en una reciente entrevista con 60 Minutes. ¿Hay forma de negarlo?
Durante mucho tiempo los medios tradicionales tomaron a la socialité y al resto de su familia como una especie de broma, una peculiaridad más en el intrincado mundo del culto a las celebridades. Y sin embargo su fama despegó decididamente hace una década, lo que confirma que su presencia dista mucho de ser un fenómeno pasajero. ¿O acaso lees y escuchas diariamente actualizaciones sobre, digamos, los Osbourne? Creo que no.
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El curioso caso de Kim (ella lo llamaría el “Kurioso Kaso de Kim”, por cuestiones de refuerzo de marca) escapa los parámetros convencionales de la construcción de una figura mediática por cuestiones del tiempo en que vivimos. La fama solía llegar de la mano de escribir una canción popular, protagonizar una serie de TV exitosa o ser el novedoso descubrimiento de un estudio cinematográfico. Ya no es así.
De acuerdo, Keeping Up With The Kardashians es un éxito para la cadena E!, pero se puede argumentar con toda razón que en su caso la televisión llegó a su vida después de convertirse en famosa. El show se tornó en una extensión más de su marca, que ahora incluye varios programas más de TV, fragancias, líneas de ropa y accesorios, patrocinios, demandas legales y mercancía diversa. Hey, tan sólo su videojuego para plataformas móviles ha recaudado entre 40 y 70 millones de dólares, según a quien se le pregunte.
Lo interesante es que la mujer que prácticamente consolidó el concepto (¿Konsolidó el Koncepto?) de “ser famosa por ser famosa” ha revelado de una forma muy sutil que posee una variedad muy particular de cultivar el talento. No extiende su presencia a la actuación… pues sencillamente no tiene necesidad de actuar. Tampoco nos ha agobiado con discos, ya que el predecible impacto con la crítica probablemente haría más mal que bien. Vamos, ni siquiera se ha subido a la moda de apretar una tecla en una laptop y pretender así ser “DJ”, como su examiga Paris Hilton.
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No, Kim Kardashian cuida su marca tanto como Kanye West cuida su ego: con atención constante y jugadas calculadas a la perfección. Ha logrado borrar esa delgada línea que concebíamos entre los reality shows y la realidad en sí. Quizá la prueba patente de ello fue que, cuando muchos se enteraron del terrible incidente donde fue sometida a punta de pistola en su departamento de París, hubo una considerable porción de público y medios que aventuraron la hipótesis de que el robo había sido un montaje para su programa.
Dichas teorías conspiratorias se disiparon casi de inmediato, mediante una combinación de declaraciones por parte de las autoridades descartando el montaje como de las posibles demandas por difamación con que se amenazó a ciertas publicaciones. Pero lo único cierto es que el suceso ha cambiado radicalmente la disposición de quien se había reconciliado con la idea de vivir su existencia permanentemente expuesta al ojo público.
Es claro que Kardashian no tiene mucho que esconder, como lo demuestran las múltiples ocasiones en que “rompió Internet” con un desnudo impactante, o la forma tan explícita en que vivimos su matrimonio de 72 días al lado de Kris Humphries. Imagino que cuando tu carrera mediática comienza con un sex tape, cualquier cosa que venga después te puede parecer fácil de superar.
Por eso llama la atención que se rumore persistentemente que Kim estaría dispuesta a alejarse de los reflectores de manera definitiva. Se estima que su fortuna personal neta ronda los (US) $150 millones de dólares, así que sabemos que contar con dinero para el retiro no es una preocupación apremiante. La seguridad de sus dos hijos al lado de Kanye parece estar pesando sobre la decisión de un eventual retiro, y es la clase de argumento contra el que cuesta trabajo discutir.
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Y al final de todo, yo me niego a creer que pueda ceder su corona como Reina de la Fama Orgánica. Aunque sus hermanas Kourtney y Khloé tienen un impacto similar, son más atracciones circundantes que estrellas protagónicas. Sus medias hermanas Kendall y Kylie llevan rumbos de carrera interesantes camino a perpetuar esta nueva forma de celebridad… pero ninguna de las dos es Kim. Y mamá Kris puede ser una genial artífice de los negocios, pero no la vemos provocando caídas de Instagram al compartir una foto atrevida.
Mi razón para dudar del alejamiento duradero de Kim Kardashian de esta singular forma de fama es tan simple como la estrategia que ella misma atribuye a su éxito: las redes sociales. Twitter, Facebook, Snapchat y el resto de estas plataformas la han consolidado como una celebridad más allá de las definiciones estándar. Su relación es simbiótica, donde sabemos que pueden existir por separado pero resulta mucho más lógico verlas en unión. Y quien ha probado el éxito en una red social, por leve que sea, sabe que la atención que viene de otras personas es una poderosa droga para el ego. Por eso es que este paradigma define nuestra cultura popular actual: si Kim Kardashian desapareciera de nuestras vidas, quizá sería necesario inventar a otra. ¿Y quién va a ceder su lugar tan fácilmente?
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