El 16 de junio del año pasado, a las pocas horas de que Donald J. Trump anunciase su intención de buscar la candidatura a la presidencia de Estados Unidos, los medios nos dedicamos a enfatizar las partes más condenables de su discurso: básicamente todos sus argumentos en materia de inmigración, que fueron tan sutiles y mesurados como un concierto de Pitbull.
La respuesta a haber tachado de “violadores” y “asesinos” a la población de México en general no se hizo esperar. El magnate neoyorquino no solo escuchó airados reclamos de mexicanos como el director Alejandro González Iñárritu, el actor Diego Luna y los miembros del grupo musical Maná en la primera oleada de reacciones, sino que la solidaridad latina hizo eco en la condena a Trump a través de artistas como Roselyn Sánchez, J Balvin, América Ferrera, Juanes y Ricky Martin, nada más para empezar.
Si bien la oleada de indignación era de esperarse, cabe resaltar que su impacto real en la trayectoria del exconductor de ‘The Apprentice’ está aún por verse. El millonario del peinado risible y el bronceado color naranja ha ido explorando declaraciones aún más incendiarias y polémicas en fechas subsecuentes, ampliando su retórica retrógrada hacia musulmanes, mujeres, afroamericanos, veteranos de guerra, proponentes del cambio climático y miembros de los medios. En ese sentido es un auténtico “ofensor igualitario”, que ataca virulentamente sin preocuparse demasiado por las consecuencias, quizá porque las mismas simplemente no se han hecho sentir: hoy en día Trump se erige como el virtual candidato conservador para la silla presidencial.
¿Dónde está, entonces, el peso de los artistas latinos como contraparte al discurso excluyente de Donald? Llama la atención que hemos visto algunos notables esfuerzos por parte de prominentes figuras del entretenimiento para desacreditar los mensajes de Trump, pero tal parece que no han trascendido más allá de la noticia inicial. En septiembre pasado, Emilio Estefan grabó un video musical plagado de estrellas como Carlos Santana, Eva Longoria, Pitbull, Whoopie Goldberg y Kathy Griffin titulado ‘We’re All Mexicans’, pero al declarar públicamente que la canción no estaba dedicada a Trump, es probable que el impacto del mensaje haya quedado diluido.
Lo sucedido con el boicot latino a Saturday Night Live también es de llamar la atención. John Leguizamo, George López, Al Madrigal y Eva Longoria condenaron la decisión de incluir a Donald Trump como anfitrión en noviembre pasado, instando a la audiencia latina a no sintonizar el programa de comedia de NBC y a rechazar a los anunciantes de dicha emisión. ¿El resultado? La presencia del magnate atrajo a 3.5 millones de televidentes por encima del promedio anual de SNL, y los mejores números en el segmento de 18 a 49 años para el 2015.
Y así sucesivamente. Ni la misiva firmada por 67 intelectuales hispanos acusando a Trump de utilizar retórica conducente al odio, ni los airados reclamos de Marc Anthony durante sus presentaciones en vivo, ni los agudos editoriales del periodista Jorge Ramos parecen desanimar al aspirante presidencial. Tenemos un nuevo “Teflon Don”, pero esta vez no se trata del mafioso John Gotti y su habilidad para que no se le “pegaran” los cargos en su contra. No, este “Teflon Don 2.0” parece inmune a las críticas de sus detractores más acérrimos, navegando con una sonrisa desdeñosa frente a la indignación ajena y desarticulando al país que pretende “hacer grande otra vez” en el proceso de su desconcertante campaña.
Cabe preguntarse cuál será su respuesta (si acaso se digna en darla) tras el resurgimiento de su trato hacia Alicia Machado cuando la venezolana fue coronada en el certamen Miss Universo 1996. Donald, caballeroso y elegante como siempre, decidió en ese entonces que la mejor manera de referirse a Machado al verla aumentar de peso fue con los apodos de “Miss Piggy” y “Miss Housekeeping”, hechos que la exreina de belleza ahora recuerda con particular resentimiento. En cualquier otra época, esta clase de comentarios ofensivos sería suficiente para alienar a la mayoría del electorado femenino, pero las reglas del juego han cambiado y tal parece que el precandidato se saldrá con la suya una vez más. En ese sentido, Donald Trump de pronto luce imponente.
¿Pero lo es en realidad? Si bien Trump se ha beneficiado sustancialmente por la atención mediática prestada a sus inflamatorias declaraciones y a las reacciones en contra de las mismas, hay un aspecto de su peculiar estrategia que parece estar surtiendo efecto… en su contra. NPR publicó una nota reciente en la que afirma que miles de latinos están acelerando sus trámites para ciudadanía en espera de poder participar en el próximo proceso electoral. Esto no es raro en un año de elecciones, pero la motivación detrás de muchos de estos residentes de los EEUU parece estar ligada a la terrible perspectiva de ver a Donald Trump dirigiendo los destinos de esta nación. Sería francamente irónico que el gastado discurso de “construir un muro pagado por mexicanos” y de “deportar masivamente” a latinos y musulmanes fuera tan efectivo para sumar adeptos como para aumentar el número de opositores.
Sí, el voto latino será decisivo para definir al próximo presidente estadounidense, pero sería interesante evaluar si el rechazo público de las figuras del entretenimiento latino hacia Trump ha hecho más por llamar la atención a su figura que por desprestigiarla. En ese sentido, Donald se alimenta de espacios mediáticos, así que es posible que la mejor manera de vencerle sea dejarlo hablar sin cuestionarle, en espera de que su propia plataforma ideológica termine por derrumbarse sola por carecer de sustento. Vamos, porque parece que grabar canciones atacándole no está surtiendo el efecto deseado.
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