Uno de los desafíos más grandes que tiene un artista es ser comedido cuando están frente a millones de espectadores. No todos tienen la habilidad de dominar a plenitud sus habilidades de oradores públicos y mucho menos medir el alcance de sus palabras.
Hace días fuimos testigos de un episodio un poco triste, pero más allá de nuestros sentimientos, el cantante británico Sam Smith, además de ganar un Oscar a la Mejor canción original, fue todo un triunfador en cuanto a las críticas acaecidas por su discurso.
Al subir al escenario, el cantante británico le dedicó el premio a la comunidad LGBT. Sin duda, todo un gesto de apoyo y reconocimiento a una causa tan importante como lo es la representación de la comunidad afroamericana en los premios de La Academia, el pago igualitario a las mujeres en Hollywood, entre otros diversos temas.
El problema comienza con su afirmación, en la que se auto proclama como la primera persona abiertamente gay en recibir un Oscar. Honestamente, en este punto si su declaración es verídica o no, está de más. El tema clave es que todas las figuras públicas, independientemente de su profesión, tienen una responsabilidad ante los medios, especialmente, los digitales.
Acto seguido y después de mencionar su discurso, Smith recibió una ola de comentarios y críticas. El poder de las redes sociales y la inmediatez de las palabras anularon el Oscar del cantante. ¿Y en realidad, cuál es el verdadero problema? En estos momentos de visibilidad mundial donde cada artista tiene la oportunidad de contribuir con su fama e influencia en los asuntos sociales más críticos para la humanidad, Smith va y trata de auto adjudicarse o proclamarse un rol que no le correspondía, ser el abanderado de la comunidad LGBT.
No era momento de buscar protagonismo, era el momento de ser responsable y asumir un rol de representante de una comunidad que todavía lucha por su lugar en la industria del cine. Para rematar, Smith decide tomar las redes sociales en búsqueda de justificaciones y explicaciones, lo cual complica el asunto aún más.
Entre los argumentos del inglés, se encuentra el hecho de que, si él era el segundo hombre abiertamente gay en ganar un Oscar o tercero o cuarto, éste no era su punto. ¿A ver, y por qué entonces no nos limitamos a eso? A lo que realmente importa.
Se sigue complicando la historia, ya que, en un total momento de consternación, Smith dice haber leído la información en un artículo escrito por el actor Sir Ian McKellen, donde afirmaba que ningún otro hombre declarado abiertamente homosexual había ganado un Oscar. Insisto, no pensamos antes de hablar. También metió en el problema a un actor súper respetado en la industria, quien solo hacía referencia a que ningún actor gay había ganado un Oscar al Mejor actor.
Si el cantante británico sentía tanta responsabilidad en el tema de los derechos de la comunidad LGBT, era importante que se documentara antes de hablar. Un poquito de investigación no le hace daño a nadie. Y tenemos todas las herramientas para tal fin. Únicamente por nombrar a los más prolíficos, el director de cine español Pedro Almodóvar, el cantante Elton John, el escritor Dustin Lance Black, todos han ganado un premio Oscar y también se han declarado públicamente homosexuales.
Acto final, en una señal de derrota, Smith decide cerrar su cuenta de Twitter por un tiempo. El daño ya está hecho. La moraleja de la historia es muy simple: Hay que pensar antes de hablar, o por lo menos, documentarse.
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