Reúnanse en torno al fuego, miembros de la aldea. Voy a contarles una historia añeja, en la que las risas grabadas llenaban los silencios y los jueves por la noche nos obligaban a sentarnos frente a una pantalla de TV que NO era plana. Discúlpenme si esta historia aún no tiene final, pero puedo anticiparles que no será feliz…
¿Estamos viviendo la muerte de uno de los formatos televisivos más memorables? Todo indica que sí. Las épocas en las que las comedias de situación de media hora de duración acaparaban la atención de la audiencia y planteaban auténticas guerras entre televisoras son cosa del pasado. El escenario parecería impensable para quienes recordamos los anuncios de salarios millonarios para el elenco de Friends, o los descomunales ratings del final de Everybody Loves Raymond. Aún así, sucede ante nuestros ojos y parece una tendencia irreversible.
Un análisis breve del panorama actual del sitcom revela el drástico cambio de hábitos de consumo mediático. CBS puede presumir el éxito de The Big Bang Theory, actualmente en su novena temporada. Por otro lado, ABC mantiene la fe en el ensamble actoral de Modern Family, con siete temporadas y una buena cantidad de premios Emmy a su favor. Pero más allá de estos dos ejemplos la trama se complica.
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Es curioso que cueste trabajo mencionar más de dos o tres ejemplos de sitcoms exitosos cuando en una época se hablaba de bloques completos. Resulta imposible olvidar el concepto “Must See TV” que cultivó NBC como compromiso con la audiencia, programando una cuarteta demoledora de Mad About You, Wings, Seinfeld y Frasier como antesala a los dramas nocturnos L.A. Law, Homicide: Life on the Street y más tarde E.R. El jueves en la noche se volvió el escaparate donde también se consolidaron éxitos de comedia como la previamente mencionada Friends, además de Just Shoot Me, Will & Grace, Scrubs y The Office.
Hoy en día los jueves en la noche lucen muy distintos para NBC. La cadena incluirá en su alineación del otoño a la relativamente exitosa Superstore con América Ferrera, animados por el promedio de 6.5 millones de televidentes cultivados durante su primer temporada (de solo 11 episodios). Las cifras no lucen tan mal hasta que las comparamos con los casi 10 millones de televidentes que ven Modern Family y los 20 millones de The Big Bang Theory. Y claro, mencionar que Seinfeld llegó a promediar casi el doble de esta última serie en su temporada final termina por ilustrar el comentario.
Los primeros sospechosos en el asesinato del sitcom suelen ser las televisoras mismas, cuya dependencia creciente en los reality shows de finales de los 90 manifestó una falta de confianza a la hora de experimentar con formas de revolucionar el formato de sus comedias. Tuvo que llegar la versión norteamericana de The Office para que los ejecutivos comprendieran que no era necesario repetir sin descanso la idea de usar tres cámaras y público en vivo cuando se trataba de hacer reír. La fórmula fue emulada con éxito en Modern Family y Parks and Recreation, pero tampoco era algo que podía replicarse de forma automática.
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Lo cierto es que los sitcom siempre viven y mueren de la mano de sus staff de escritores, y muchos de ellos se desencantaron del formato ante la creciente presión de la censura durante la primer década del siglo 21. ¿Por qué sufrir reescribiendo gags al punto de retirarles el humor arriesgado y contestatario de la TV abierta cuando las series de cable ofrecían menos restricciones? Las pocas voces originales de la comedia surgidas en esta época optaron por productos de nicho, generalmente establecidos en HBO o Showtime, y el resto se integró a los shows de late night, esperando el paso de la tormenta.
Es en estos últimos años, sin embargo, cuando la historia se vuelve más turbulenta. El auditorio televisivo tradicional, particularmente el que consumía la programación de las grandes cadenas nacionales, envejeció. Los mismos ejecutivos no sabían qué hacer con productos como Community, que no gozaban de números demoledores al ser sintonizados en vivo pero que eran precursores del binge-watching gracias a TiVo y otros sistemas de DVR.
También se fue perdiendo la fe ciega en ciertos productores. Chuck Lorre puede presumir hoy en día de haber continuado el éxito de la atribulada Two and a Half Men con The Big Bang Theory, pero no hay garantías para muchos otros en este ambiente: Tina Fey había sido un baluarte con 30 Rock, pero NBC no quiso arriesgarse a poner al aire su segundo gran proyecto como productora, Unbreakable Kimmy Schmidt. Y aquí se concretó otro momento histórico para los sitcoms, pues la serie migró a Netflix y se ha convertido en un producto extremadamente popular entre audiencia y críticos.
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Los sitcom de antaño parecen haber desaparecido en su forma menos evolucionada. Por fortuna las risas grabadas parecen cosa del pasado (no es que en la TV hispana nos hayamos dado cuenta, claro), pero aún existen productos genuinamente graciosos y recomendables. It’s Always Sunny In Philadelphia continúa siendo un éxito para FX. HBO tiene en Veep y Silicon Valley una combinación ganadora en tonos aspectos, donde la sátira mordaz y las risas con inteligencia también permiten salirse con la suya a instancias de comedia física y chistes de lo más burdo. Amazon Prime se ha animado a distribuir proyectos tan sui generis como Catastrophe, un escaparate magnífico para el humor negro y las colaboraciones televisivas entre países distantes. E incluso la TV abierta ofrece ocasionales productos donde se conjugan un buen elenco, una premisa válida y guiones bien estructurados, como Life in Pieces o Mom en CBS, o Crazy Ex-Girlfriend en CW.
Así que no te preocupes: siguen existiendo opciones válidas para reír durante media hora. Se presentan de maneras distintas, por medios que no son los de antes, y quizá no logran reunir a toda la familia frente a la pantalla una determinada noche de la semana. No lo llamemos una muerte, entonces. A lo mejor le va más un término como “evolución”.
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