Uno de los dramas millonarios más costosos en la historia de la TV se gestó a principios del 2015, cuando la BBC anunció que no renovaría el contrato del polémico conductor Jeremy Clarkson para una nueva temporada de Top Gear, el programa de televisión más emblemático en su género a nivel mundial. Las circunstancias eran claras, pues Clarkson había agredido físicamente a un asistente de producción en torno a una cena fría tras un intenso día de grabaciones en exteriores. La medida, aunque justa, puede ser una de las más dolorosas que uno pueda imaginarse. Y pensar que todo se pudo solucionar con un gran filete con guarnición de papas fritas… en fin.
Esta semana Top Gear dio inicio a su temporada número 23 con un nuevo grupo de anfitriones, quienes habían sido anunciados con una entusiasta campaña promocional y múltiples promesas de renovación. La reacción parece no haber sido la esperada: si bien el programa mostró unos niveles de audiencia aceptables, favorecidos por débil competencia en el resto de la oferta televisiva del Reino Unido, se puede anticipar que Top Gear podría convertirse pronto en un dinosaurio mirando de frente a un gran meteorito.
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Tampoco es una gran sorpresa: el triunvirato original de conductores integrado por Richard Hammond, James May y el antes mencionado Clarkson en el rol de líder asumido, conquistó al público global con una combinación de desenfado, cinismo, camaradería extrema, chistes de dudoso gusto y una particular predilección por ser inmaduros primero… y pedir disculpas después. En su apogeo lograron captar más de 350 millones de espectadores por emisión, y no es un secreto que los anfitriones fueron responsables de gran parte de este éxito.
Tras la solidaria salida de May y Hammond al ver que su compinche no volvería a pisar el foro de grabaciones, la BBC optó por un extraño juego de números: la nueva alineación fue encabezada por el popular DJ Chris Evans (nada que ver con el Chris Evans de Captain America, claro), aficionado confeso a los automóviles y poseedor de una impresionante colección privada de vehículos diversos. Matt LeBlanc, quien aún cosecha cheques millonarios tras su trayectoria como Joey en Friends, era otra elección inspirada, además de que comparte el nivel de afición de Evans en lo que a coches toca. Pero en vez de buscar un tercer elemento, la producción siguió sumando talento al aire en forma de pilotos profesionales (la alemana Sabine Schmitz), jefes de equipo (el ex propietario de Fórmula 1 Eddie Jordan), críticos (el periodista Chris Harris) y hasta presentadores tradicionales (Rory Reid, de la cadena Sky).
Ha pasado un solo episodio, pero es claro que tener demasiados cocineros arruina el mejor platillo. Las reacciones en redes sociales generalmente no deberían tomarse TAN en serio, pero en este caso fueron abrumadoras. Múltiples encuestas revelaron que el 75% de quienes sintonizaron el nuevo Top Gear para ver si funcionaba el nuevo elenco no volverán a ver el show. La avalancha de memes, GIFs burlescos y hashtags refiriéndose al programa como #FlopGear no pueden ocultarse ni con la virulenta reacción del nuevo anfitrión Evans, quien salió a restregar cifras de audiencia en la cara de sus seguidores como un político que acaba de perder una elección.
Pese al entusiasmo del pelirrojo presentador, hay que admitir que el producto no cuaja por el simple hecho de que no logra hacernos olvidar a quienes llevaron los mandos con anterioridad. LeBlanc hace una labor digna y es lo suficientemente afable para que toleremos ciertos pecados menores de la producción, pero todo se siente como un grupo de personas que ha vivido bajo la sombra de talentos mayores y ahora busca compensar de más. El tono es forzado, las sonrisas parecen dibujadas por el equipo de maquilladores y las tomas del público parecen las reacciones a (CUIDADO: SPOILER) la muerte de Hodor en Game of Thrones.
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Es curioso, pero en el pasado hemos logrado sobrevivir a transiciones grandes en materia de anfitriones. Cuando American Idol era la gran revelación televisiva se nos hacía impensable un programa sin Simon Cowell, Randy Jackson y Paula Abdul. Los tres, sin embargo, desaparecieron de la emisión y la fórmula sobrevivió una buena cantidad de temporadas más. Las sucesiones de Johnny Carson, David Letterman o Jay Leno en el panorama del late night han tenido sus dosis de drama (te queremos, Conan, no lo olvides), pero a final de cuentas los programas siguen ahí, compitiendo por audiencia y anunciantes. Cierto, quizá Don Francisco era imprescindible para Sábado Gigante, pero ¿podemos negar su eventual subsistencia si le hubieran cedido el micrófono a, no sé… Sofía Vergara? Yo hubiera visto ese programa, la verdad.
El fenómeno de Top Gear quizá sea demasiado grande para fracasar, y no descarto que se realicen ajustes al programa para que la BBC pueda seguir liquidando esos jugosos cheques que llegan de todas partes del mundo, pero es obvio que el motor no marcha debidamente. Y ahora se avecina el regreso de los descartados Clarkson, Hammond y May en The Grand Tour, la millonaria apuesta que hizo Amazon Video por el carisma de los tres sardónicos ingleses. Solo queda esperar a ver si este nuevo programa, cobijado por una nueva plataforma mediática en ascenso, se convierte en ese temido meteorito que va a provocar el evento de extinción masiva en la venerable franquicia. O quién sabe: a lo mejor le extienden una oferta a Ryan Seacrest…
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