Lo que ha ocurrido esta semana es realmente dramático y muy preocupante. Una vez más la violencia policial ocurre, no solo una vez, sino dos veces en tan solo 24 horas, causando así y nuevamente la opinión pública en las redes sociales.
Alton Sterling y Philando Castile forman parte de la ya larga lista de hombres de raza negra que han caído abatidos en las manos de la policía. Y para hacer esta tragedia aún más gráfica y dantesca, ambos incidentes fueron capturados en video. Pero en el caso de Castile en particular ha trascendido tanto socialmente como mediáticamente, porque fue transmitido (algo inédito), en vivo a través de las redes sociales, específicamente Facebook.
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Posteriormente, todas las redes sociales y medios digitales compartieron el dramático y escalofriante video. Tristemente, la viralidad viene teñida de rojo. Nos hemos convertido oficialmente en testigos, y al mismo tiempo, en jueces de lo ocurrido a Sterling y Castile gracias a las redes sociales. Sin dudas dos casos muy complejos donde el componente racial es el protagonista y las redes sociales junto con la tecnología, son las herramientas.
No es fácil describir lo visto por internet. Es muy difícil separar la tragedia en formato Reality TV sin dejar de pensar en el valor e importancia que tienen nuestras vidas en las redes. Y muchas veces, hasta sin quererlo, vemos cómo todo tipo de contenido es puesto frente a nuestros ojos sin derecho a réplica. ¿Es acaso esta libertad que nos brinda el internet y las redes sociales algo que nos beneficia a todos?
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Esa viralidad de las redes amplifica, y desnuda, también, la gran problemática racial y de abuso de poder que está viviendo los Estados Unidos. La complejidad sociológica de lo acontecido vas más allá de una acción de abuso policial porque también estamos hablando de otras temáticas como la discriminación, y sobre todo la de la posesión y control de armas.
¿Pero dónde dejamos a la narradora de esta historia? Diamond Reynolds, la novia de Castile, mostró su compromiso y temple por dar a conocer, no solo su historia, sino la de muchos otros. Pero más allá de la valentía y el temple de Reynolds en mostrar aquella escena funesta, también nos confirma lo conectado e integradas que están nuestras vidas con las redes sociales y la tecnología. Lo fácil que nuestros teléfonos se han amalgamado a lo cotidiano, en las malas y en las buenas también.
Es casi algo natural. Los videos se han convertido en una prolongación de cómo nos comunicamos y a la vez informamos. Uno se queda impávido ante la audacia de Reynolds, quien aún bajo la circunstancia más desfavorable, domina la narrativa de lo ocurrido, mostrando la dura realidad de una tragedia de grandes proporciones. Son 9 minutos de duras verdades, pero de grandes revelaciones gracias al poder de la tecnología y el internet.
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Y lo más curioso, además de la inmediatez, es que, aunque el video fue removido de Facebook unas horas después de haber sido transmitido en vivo, si bien por órdenes o por una falla técnica, esto no se sabe a ciencia cierta, fue compartido a través de Twitter y YouTube alcanzando rápidamente más de 1 millón de vistas.
Este es otro capítulo por explorar. ¿Están las redes sociales preparadas para lidiar con este tipo de hechos? Entre los videos y las redes sociales, muchas más personas tienen acceso a transmitir eventos en vivo. Esta combinación de herramientas ha logrado exponer los peores excesos criminales, pero también el lado positivo de la humanidad.
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