El popular actor y productor Mark Wahlberg recientemente criticó a sus compañeros del mundo del entretenimiento diciendo que las celebridades están alejadas de la realidad y que la gente en la industria debe mantener sus opiniones para sí mismos. “Muchas celebridades hablaron, hablan y no deberían [hablar de política]”, dijo Wahlberg a Task & Purpose. Pero contrario a su opinión, los famosos sí deberían hablar de política, tanto como cualquier otra industria o persona.
La justificación para tal argumento es que los famosos no son los responsables de pagar las cuentas de las personas que los apoyan. Si bien éstos compran sus álbumes o ven sus películas, las celebridades no son las que proveen o les dan de comer. Wahlberg comenta, “Una gran parte de Hollywood está viviendo en una burbuja. Están bastante fuera de contacto con la realidad de la persona común, ese hombre de a pie que trabaja para mantener a su familia”.
Son más que conocidos los resultados de la pasada elección presidencial. Fueron 18 meses de una diatriba política sin precedentes en los Estados Unidos. Un proceso atípico, y en muchos aspectos, inédito, incluyendo la participación y apoyo de una gran mayoría de las grandes personalidades del entretenimiento estadounidense. Fue un ciclo en la historia del país, donde Hollywood salió con toda su fuerza a apoyar mayoritariamente a la candidata por el Partido Demócrata, Hillary Clinton.
Con todo el revuelo causado por la sorpresiva victoria del ahora presidente electo Trump, muchos famosos han decidido vocalizar aún más su posición en cuanto al presente y futuro del país en todos sus aspectos, social, político y económico. La realidad es que los resultados de las elecciones están impulsando una nueva ola de activismo en Hollywood y un renovado sentido cívico de compromiso que no solo se centra en hacerle oposición al nuevo líder de los Estados Unidos, sino que va más allá.
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Al final del día, la pregunta no es si Hollywood nos da de comer o no, o si la industria nos ayuda a sobrevivir. Por cierto, esto lo podemos argumentar de mil formas. Por ejemplo, la ganancias que se derivan del mundo de la música y las películas rondan los (US) 135 mil millones de dólares. Estamos seguros que alguien, incluyendo el ciudadano común, se beneficia de esto. El punto es que opinar y/o participar cívicamente en política, independientemente de una clase social o logros profesionales, es un derecho de todos, y también una manifestación de responsabilidad y evolución sociocultural.
Muchos actores se están convirtiendo en activistas con iniciativas que van desde la organización y participación de protestas (Michael Moore y Shailene Woodley) hasta la formación de grupos dedicados a la participación política. El mundo del entretenimiento está tomando ventaja de los medios y también de su influencia para generar la atención a las causas progresistas.
Ultimamente hemos visto como temas centrales, el llamado a respetar los derechos de la comunidad LGBT, la defensa del Action for Childhood Arrivals program (DACA), los derechos de los nativos americanos, la formación de grupos de acción política, entre otras causas que son parte intrínseca de la sociedad estadounidense. Todo esto está consolidando una agenda de activismo por parte de las personalidades de Hollywood de gran alcance y novedosa.
Wahlberg parece estar saturado de todo el bullicio mediático. Y hasta cierto punto, esto es aceptable, ya que cada quien tiene derecho a opinar. Pero de ahí a decir que ninguno de sus compañeros debería hablar de política es una utopía absurda. ¿Qué tal si también decimos que los atletas no deberían opinar? O que los doctores que se dediquen a lo suyo y no a hablar o participar en política. No es tan fácil enmudecer a una industria que vive de la influencia y de las historias de todos –tanto del ciudadano de a pie como el de fantasía.
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Contrario a lo que dice Wahlberg, Hollywood y todos las personas deberíamos hablar de política, también de todo cuanto nos venga en gana, seamos celebridades o no. Lo que el actor debió haber recalcado es que existe una responsabilidad de los famosos de ser legítimos y coherentes a la hora de promover su activismo y opiniones.
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