Chile Argentina v Chile, Copa America,
Celso Bayo/ISI/REX/Shutterstock

El mejor jugador del mundo miró fijamente el balón antes de cobrar el primer tiro penal en la serie para la selección de Argentina. El primer tirador de Chile, actual campeón de la Copa América, había fallado en el cobro de la pena máxima, lo que ponía a la escuadra albiceleste en una posición envidiable. Así que el ídolo de millones tomó vuelo, avanzó hacia el esférico, lo impactó con todas sus fuerzas… y lo mandó volando por encima de la portería del rival.

Hay dramas deportivos que parecen escritos por algún guionista particularmente cruel, pero el que dio por concluido el torneo que reúne a las mejores selecciones nacionales de Norte, Centro y Sudamérica, sin duda se llevará mucho tiempo en la memoria. Y es que Lionel Messi, esa figura que muchos incluyen en la conversación a la hora de hablar del mejor futbolista en la historia, sumó una frustración más con el equipo nacional que contrasta con la inagotable lista de triunfos obtenidos a nivel de clubes con el FC Barcelona.

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El hecho de que Argentina volviera a caer en serie de penaltis contra el mismo equipo que le venció en la última final de este torneo, aunado al hecho de haber sucedido en una edición disputada en los Estados Unidos, reviste de pronto al fútbol de un carácter particularmente atractivo para la audiencia: el de un deporte donde las máximas figuras no están exentas de sufrir las humillaciones más públicas. Cuando EEUU organizó por primera vez una Copa Mundial FIFA, en 1994, el astro que falló un penalti en la final fue el italiano Roberto Baggio, considerado en ese entonces como el mejor jugador del mundo. Ver el fenómeno repetido 22 años después, ahora con Messi como protagonista, cierra un interesante ciclo con un inmenso potencial mediático.

Las cifras que Univision Deportes reportó para esta edición de la Copa América son por demás descriptivas. 6.8 millones de personas mirando la final del domingo 26 de junio por TV, un récord en la historia de esta competencia. Un total de 47.7 millones de televidentes a lo largo del torneo. Promedios de audiencia superiores a los de cualquier juego de NHL o de MLB en el último año, lo que ubicaría al fútbol (soccer, como término en inglés que disgusta a los puristas) tan solo por detrás de la NBA y la NFL en materia de preferencias por parte de la audiencia. Y sobre todo: el drama.

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El argentino Messi había conquistado a oleadas de aficionados a lo largo de la Copa. Su inverosímil gol de tiro libre contra el equipo nacional de EEUU en la semifinal fue un auténtico fenómeno en las redes, con oleadas de repeticiones registrando impactos y cimentando su nombre como el del gran ídolo del deporte. Verlo perder agónicamente una vez más en una final, al punto de hacerle renunciar a la mismísima selección argentina, es la clase de evento que podría lucir como un ejercicio de crueldad, pero es la clase de narrativa que le fascina al público en la Unión Americana: el virtuoso que pierde de manera dolorosa cuando casi podía saborear la victoria, dejando abierta la posibilidad eventual de redención a futuro.

Pero más allá de la trama en torno a Messi y Argentina, parece que las fuerzas conjuntas de CONCACAF y CONMEBOL han descubierto una auténtica mina de oro tras la decisión de organizar esta versión de la Copa América en territorio estadounidense. Por principio de cuentas las instalaciones deportivas suelen ser de primer nivel. En segundo lugar hay que analizar el descomunal impacto que los diversos juegos tuvieron entre la población local, donde prácticamente todas las personas de ascendencia hispana se dieron cita de forma masiva para animar fervientemente a sus equipos, con la consiguiente derrama económica que ello implica. Los índices de audiencia antes mencionados van completando la imagen, y el alto nivel mostrado por el país anfitrión (que se alzó con el cuarto lugar) han animado a los organizadores al punto de que se menciona la posibilidad de dejar a EEUU como sede permanente de este torneo cada cuatro años.

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Otro indudable logro de este torneo fue la cercanía con México y sus fans. La selección Tricolor no ha ganado jamás una Copa Mundial o una Copa América, pero la devoción de los mexicanos hacia el fútbol les ha permitido conformar una afición que genera cifras astronómicas a su paso por las competencias internacionales. Las grandes concentraciones de mexicanos en todas las sedes cercanas a la frontera sur de los EEUU o en grandes ciudades como Chicago han aportado cifras récord de asistencia cada vez que México se presenta, aunque en esta ocasión la aventura haya terminado en una humillante derrota de 7 a cero contra los chilenos.

Por último, hay que mencionar a un gran ganador de esta Copa América: FIFA. Aún pesa en el ambiente el escándalo por corrupción que sacudió a este organismo internacional, pero competencias memorables como la recién disputada en Estados Unidos o la EURO 2016 que se acerca a sus fases finales del otro lado del Atlántico es justo lo que recetó el doctor para distraer la atención de situaciones incómodas.

Y es que siempre será preferible ver drama en la cancha que fuera de ella. Nadie sabe aún si la determinación de Messi de abandonar los colores de su selección será definitiva, pero lo cierto es que hay un enorme sector del público allá afuera que apenas se contagió de fiebre futbolística gracias a esta clase de historias, donde el final no tiene que ser forzosamente feliz… siempre y cuando sea emocionante.

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