Seamos honestos: desde que existen los famosos, existen las “power couples“. No importa mucho el ámbito o la época, hay una curiosa fascinación al ver a una persona encumbrada y exitosa emparejándose con otra persona en condiciones similares. Es por eso que la historia recuerda con tanta claridad a, digamos, Marco Antonio y Cleopatra (lo del pacto suicida es mera cereza en el pastel, creo).
Estas “power couples”, entonces, no son precisamente una invención moderna. En los albores de la industria cinematográfica no había nada más deseable para los estudios que ver a dos de sus estrellas cultivando una relación pública, al punto de que algunos sagaces ejecutivos terminaban por fabricar parejas con la idea de alimentar las exigencias de quienes consumían vorazmente sus películas y seriales televisivos.
Esto no ha cambiado gran cosa. Las Elizabeth Taylors y Richard Burtons de su época cedieron paso a los Steve McQueens y Ali McGraws de unos años más tarde, hasta que nos topamos con una joven Madonna cayendo rendida ante los encantos de Sean Penn y descubrimos que el fenómeno había mutado drásticamente. De pronto no nos interesaba ver a los famosos juntos por afinidad artística, sino por el simple hecho de… verles juntos.
En efecto: cuando en una época era interesante si, por ejemplo, dos actores se enamoraban en el set, la esperanza era ver cómo su obvia química mutua a nivel afectivo se convertía en una película memorable, o incluso en más de una. La dinámica mutó definitivamente en algún punto de la década de los ochenta, cuando el crecimiento exponencial de los tabloides sensacionalistas, la cobertura mediática 24/7 y los ciclos noticiosos reducidos generaron una auténtica demanda por más información, más inmediata.
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Si alguna vez las “power couples“ fueron necesarias para interesar al público en proyectos, de pronto se volvieron una especie de proyecto en sí mismas. Los medios y la audiencia descubrieron que no era necesario que Alec Baldwin y Kim Basinger rodaran un filme juntos para despertar interés, pues era mucho más sensato explotar el interés preexistente en el mero hecho de que fueran pareja, con todo lo que ello implicaba en una peculiar curva de vida útil: primeros indicios de una relación, confirmación de la misma, breve (generalmente) periodo de armonía y estabilidad, primeros indicios de problemas, tentativas de reconciliación, rompimiento confirmado, revelación de los motivos del rompimiento (si hubo infidelidad, mejor), reacciones de otros famosos ante la separación, seguimiento de las respectivas “relaciones de rebote”, fin del ciclo juntos.
¿Suena cínico? Lo es. Una gran verdad en torno a las “power couples“ es que la abrumadora mayoría de las mismas viene con un enorme aviso manifestando una fecha de caducidad más bien corta. Pensemos en la vida útil de estas relaciones como si estuviéramos estimando la edad del perro de la casa: no es aventurado decir que un año de relación entre dos famosos cuyo nivel de celebridad es comparable, suele equivaler a cinco años de un matrimonio entre “civiles”.
Esto haría de David y Victoria Beckham unos auténticos veteranos festejando sus bodas de oro. Posh y Becks han sobrevivido rumores de infidelidad, el final de la carrera deportiva de David y el rompimiento de las Spice Girls, y parecen ganar estabilidad con cada nuevo rumor en torno a su relación. ¡Ah, pero cuántas otras power couples no han desaparecido desde que el futbolista y la cantante/diseñadora de moda unieron sus destinos!
¿Se acuerdan de “Beniffer”? Seguro que sí, pues el romance entre Jennifer Lopez y Ben Affleck mantuvo ocupada a la prensa de espectáculos durante todo el arranque del siglo XXI. Pero remontándonos unos cuantos años recordaremos que J.Lo llamó la atención previamente por su noviazgo con Sean ‘Puffy’ Combs, mientras que Affleck venía de romper con Gwyneth Paltrow en lo que parecía un noviazgo escrito para la nueva generación de famosos. Oh, un momento, me equivoco: el noviazgo idílico en cuestión fue el de Gwyneth con Brad Pitt, ¿correcto? Sí, los dos eran la “power couple“ del entonces “nuevo Hollywood”. Claro, Brad tenía otros planes y terminó cambiando a Paltrow por Jennifer Aniston, y vivieron felices para siemp… no, un momento. La historia fue mucho más complicada.
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Estas fugaces “parejas del momento” siempre obedecieron al lapso de vida que mencioné hace unos párrafos, pero invariablemente llegamos a repetirnos el extraño mantra de “sí parece que van a durar”, aunque la lógica dictara lo contrario. Affleck eventualmente formaría un “sólido” matrimonio con Jennifer Garner que terminó por colapsarse tras una década de existencia. Paltrow uniría su vida a la del cantante de Coldplay Chris Martin por un periodo similar, hasta definir con el pretencioso término de “desacoplamiento consciente” lo que lisa y llanamente se conoce como “divorcio”. ¿Y Brad Pitt? Bueno, se involucró discretamente por una chica del medio actoral cuyo nombre quizá te suene familiar: Angelina Jolie. Lo sé, poco conocida, pero resulta que duraron 12 años casados, sumaron seis hijos a la familia, compraron una descomunal mansión en la campiña francesa, se casaron en secreto hace dos años… ¿De verdad sucedió todo eso o nos lo imaginamos? Ya ni mencionar a Jennifer Lopez formando la “power couple” latina del siglo con Marc Anthony, por supuesto.
Resulta fácil mostrarnos escépticos en esta era cuando analizamos a nuestras modernas Power Couples. Por una lado Beyoncé y Jay Z parecen llevar el estandarte del poderío unificado, aunque leer entre líneas lo que la cantante describe en “Lemonade” ha generado más de un temor de que el fin esté cerca. ¿Recuerdan cómo nos reímos y vaticinamos el fracaso para Kanye West y Kim Kardashian? ¿Qué pasaría si lo improbable ocurriese y ellos se mantuvieran juntos durante una larga y duradera relación? Ya duraron más que Katy Perry y Russell Brand, ¿cierto? Ojalá y lo logren, pues resulta difícil emocionarse ante un posible regreso de Justin Bieber con Selena Gomez, con toda franqueza.
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En fin, habrá que preguntarle a Tom Brady y Gisele Bundchen si le han pedido consejo a Andre Agassi y Steffi Graf sobre las mejores tácticas para ser una pareja perdurable. O si Shakira y Gerard Piqué son tan felices como sugieren sus cuentas de Instagram. Quizá debamos averiguar si Eva Mendes y Ryan Gosling tienen una apuesta con Justin Timberlake y Jessica Biel para ver qué matrimonio dura más. Pues las “power couples” pueden ser endebles y de duración limitada, pero es un hecho que nos siguen interesando. Y recuerda: si todo falla, siempre tendremos a Posh y Becks. ¿Cierto, muchachos?
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