Hace ya más de un año, cuando Donald Trump comenzó a revelar sus planes de entrar a la contienda por la presidencia de los Estados Unidos de América, la reacción general fue el no tomarle en serio. Pese a los recientes tropiezos y a la gradual pérdida de simpatías que le hacen estar muy por detrás de Hillary Clinton en las encuestas de intención de voto, hay que admitir que ignorar su avasallante presencia mediática como vehículo para lograr notoriedad política fue un error significativo.
Pero recientemente ha revivido una curiosa teoría que surgió en aquella naciente era de Trump como presidenciable, y que ahora luce cada vez como una realidad: la posibilidad de que el magnate no estuviera realmente interesado en llegar a la Casa Blanca, sino en fortalecer su marca de cara a lanzar una nueva cadena televisiva.
¿Descabellado? Claro que no (sobre todo tomando en cuenta que el cabello de Trump es parte integral de su marca). Hace unos días el yerno del empresario y propietario del New York Observer, Jared Kushner, sostuvo una reunión informal con un consorcio dedicado a fincar relaciones comerciales a nivel mediático con la aparente intención de lanzar un nuevo canal de TV. De repente los rumores pre-contienda electoral se volvieron una posibilidad muy viable, y es uno de los detalles que le dan credibilidad al posible nacimiento de “TRUMP TV”. Nota: yo sugiero ese nombre, aunque no dudo que ya haya sido decidido como la designación oficial para el producto terminado.
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El panorama televisivo en materia de información se encuentra visiblemente estancado: MSNBC continúa siendo una opción que simpatiza más con las ideas liberales, Fox News se inclina más por las tendencias conservadoras y CNN se contenta con una postura intermedia, ¿cierto? Ahora comparemos estos sesgos con la campaña presidencial en sí: Clinton y los demócratas continúan con su postura de siempre, los indecisos e independientes siguen contando con opciones no muy atractivas ni con posibilidades reales de ganar, y los republicanos están… fragmentados.
En efecto, la crisis recientemente experimentada por Fox News refleja fielmente lo que sucedió con las precampañas de candidatos presidenciales del ala conservadora. Lejos están los tiempos de bonanza experimentados durante el mandato George W. Bush, en los que Bill O’Reilly, Glenn Beck y compañía manifestaban su señoría como presencias mediáticas. Ahora Sean Hannity es el único anfitrión noticioso entre los conservadores que se ha volcado a apoyar a Trump, mientras que otras personalidades noticiosas se han declarado neutrales o incluso han mostrado preferencia por Clinton. Jamás pensé ver que esto sucediera, la verdad.
La salida de Roger Ailes de la cadena Fox, en el marco del escándalo sobre abusos sexuales ocurridos en los últimos años, sólo fortalece la posibilidad de verlo dirigiendo una nueva cadena enfocada a la figura de su gran amigo Donald Trump, una de las pocas personas que lo defendieron al momento de su caída.
Ahora veamos a Trump, no como el atípico candidato que ha llenado con su presencia nuestras pantallas durante los últimos 18 meses, sino como el monstruo de los ratings en que se ha convertido. Podrás simpatizar con él o quizá odiarlo a muerte, pero su impacto no puede negarse. Saturday Night Live y The Tonight Show enfrentaron serias críticas por tenerlo como invitado a últimas fechas, y en ambos casos lograron cifras de audiencia apabullantes gracias a su polarizante presencia. ¿Inversión en publicidad de campaña? Donald siempre supo emitir las declaraciones más escandalizantes para asegurarse de tener cobertura en medios, quienes obedientemente siguieron la pauta que se les marcó.
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Ya no suena tan alocada la idea de un canal nuevo, dedicado en cuerpo y alma a Trump, ¿cierto?
Para Donald la crisis siempre ha significado “oportunidad”. Aún sus fracasos comerciales han sido presentados por él como victorias contundentes, sin que importen mucho los argumentos en contra. La razón es que él sigue la máxima de Salvador Dalí: “Que hablen mal, pero que hablen”. Los conservadores radicales que representan su base electoral sin duda consumirían una cadena televisiva auspiciada por el potentado, quien se ha cansado de denunciar a los medios como “corruptos” y para quien sería lógico formar un medio propio.
Los riesgos están ahí, pues tener tan sólo un nombre y rostro fácilmente reconocibles y un grupo de seguidores fieles no se traduce necesariamente en éxito instantáneo como medio. Recordemos el tortuoso camino recorrido por Oprah Winfrey con su cadena OWN, una idea que en el papel lucía como un éxito rotundo y que ha sufrido inmensamente para abrirse paso en el competido mundo de la TV de cable. Si Trump aprende de los errores de sus predecesores y logra triunfar decididamente en ese complicado ámbito… en definitiva se merece un aplauso por enseñarnos a jugar una larguísima partida de póquer con cartas mediocres, pero con balance positivo al final de la jornada.
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