Para aquellos que estamos acostumbrados a las excentricidades, también al carisma y a las peculiaridades de ver candidatos a la presidencia en los países latinoamericanos, la batalla campal por la presidencia de los Estados Unidos, entre Hillary Clinton y Donald Trump, nos ha resultado un evento dantesco. Preocupante en ciertos aspectos, pero eso sí, siempre entretenido. Y esto de los debates son episodios claves, de una historia que está muy cerca de revelarnos su final.
Viendo el último debate, parte de un espectáculo político que ha desafiado todas las normas, es el momento perfecto para analizar lo qué nos ha dejado. Porque a pesar de lo controversial y divisionista, existen factores que han impactado la dinámica de la comunicación política estadounidense.
Pero dejando a un lado el lado político, tenemos muchas variables que han tomado relevancia en cuanto a la dinámica entre los candidatos y sus adeptos. Muchas cosas pasan en frente de las cámaras, pero mucho más acontece detrás. Mientras que los candidatos están argumentando y tratando de salir airosos, la opinión pública se embarca en todo un proceso mediático nunca antes visto.
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En este aspecto, las redes sociales han servido como una plataforma muy efectiva para ambos, especialmente Trump, quien parece manejar de manera más inmediata y controversial, el uso de las mismas. Los récords no han parado desde que los debates comenzaron el pasado septiembre. Por ejemplo, el segundo debate rompió todos los récords en las redes sociales. Tanto en Twitter como Facebook, la participación fue sin precedentes. Por un lado, se generaron más de 17 millones de tuits, y por el otro 92.4 millones de likes, posts, comentarios y shares.
A todo esto, le sumamos el rol de los medios y las celebridades –grandes protagonistas de estas elecciones. Ante el escenario planteado desde las primarias, las iniciativas y participación de los famosos se ha multiplicado. Casualmente en otro artículo, hicimos referencia al rol que han jugado los artistas latinos en todo esto de motivar a los votantes de la comunidad hispana a registrarse y ejercer su derecho al voto; algo inédito en procesos electorales.
Lo más interesante es que no pasa un minuto, sin que una celebridad se exprese a través de las redes antes, durante y después de cada debate. Es realmente impresionante la dinámica que se genera por parte de los más famosos. Quienes para bien o para mal son una parte intrínseca del proceso electoral y de las estrategias de comunicación de los candidatos.
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En cuanto a los ratings respecta, hemos sido testigos de números ciertamente importantes para este tipo de eventos. El primer debate presidencial hizo historia con una audiencia récord de 84 millones de espectadores, destronando del primer lugar a Jimmy Carter y Ronald Reagan en 1980 (80.6 millones). El segundo debate alcanzó los 69 millones, y si bien no tenemos los números finales del tercero, se habla de una audiencia entre 70 y 75 millones.
Por último, los famosos “fact checkers”. Los hay por todos lados –es realmente increíble. Los espectadores tenemos la facilidad de poder saber inmediatamente si el candidato está mintiendo o no. Hasta la propia Clinton, promocionó el suyo en repetidas ocasiones durante los debates. ¿Y por qué son tan importantes? Ante la verborrea que se nos presenta durante estos coloquios enardecidos, saber quién dice la verdad es fundamental. ¡Nadie quiere a un presidente mentiroso!
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Los debates han finalizado, pero la campaña presidencial continúa. Es un alivio saber que no tendremos que sentarnos a escuchar a este par, debatir o argumentar nuevamente. El show mediático cambiará de dirección. Pero la experiencia vivida será recordada por muchas generaciones. Para algunos con vergüenza y para otros con orgullo. Ya veremos…
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