Ghostbusters
Cortesía Univeral

Rechazar a las nuevas Ghostbusters sin siquiera haber visto la película dice mucho de ti… y no es nada bueno.

A continuación, porque literalmente NADIE lo pidió, una breve pero descriptiva lista de temas que me han hecho odiar las redes sociales recientemente:

  1. Madres descuidadas que dejan caer a sus hijos en jaulas de gorilas
  2. La distancia que recorriste en tu última salida a correr
  3. Gente que ODIA la nueva versión de Ghostbusters, a raíz de que los roles protagónicos son interpretados por mujeres

Olvidemos de momento los dos primeros puntos, pues el primero es prácticamente un sentir compartido por el 99.8% de la población y el segundo corre el riesgo de dejarme sin amigos en Facebook. ¡Ah, pero el tercer punto da mucha cuerda! Y es que el aparentemente inocente remake de la comedia clásica de 1984 tiene a mis conocidos en las redes más radicalizados que los que se pronuncian por Bernie Sanders o por Hillary Clinton. Por Donald Trump no hay muchos, quizá porque amenaza con deportarnos cada cinco minutos. En fin…

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¿Cuál es la arena en el proverbial ojo de quienes prefieren ver una película snuff protagonizada por sus abuelos antes que un filme donde Melissa McCarthy atrapa fantasmas en las calles de Nueva York? Por más que me esfuerzo no los comprendo. El argumento más común es: “No hacía falta que los protagonistas fueran mujeres”. Y la verdad es que no hay muchos argumentos más allá de este. Así que profundicemos en él:

Los “puristas” (por llamarlos de alguna manera) afirman que la película original, con los innegables talentos de Bill Murray, Dan Aykroyd, Harold Ramis y Ernie Hudson, es un producto intocable, una comedia que ha trascendido el tiempo para cimentarse como un clásico de la cultura pop. Sustituir los roles titulares por cuatro personas capaces de gestar bebés resulta, por consecuencia, tan impensable como actualizar a la Mona Lisa con un piercing de nariz.

Ahora bien, Hollywood tiene un terrible historial reciente en materia de remakes donde la nostalgia juega un rol determinante. Clásicos kitsch ochentosos como Total Recall de Arnold Schwarzenegger o la ultraviolenta Robocop, fracasaron en taquilla pese a impecables efectos visuales y a la presencia de actores competentes. ¿La razón? Las originales quizá no eran películas perfectas, pero ocurrieron en un momento fértil para erigirse como favoritas de la audiencia y conectaron con la misma en un nivel emotivo interesante. Reproducir el mismo efecto en la era moderna, con sus interminables ofertas mediáticas y público predispuesto a odiar todo lo que huela a “refrito” (a menos que hablemos de deliciosos frijoles, claro), era una meta más bien irreal.

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Analizando la Ghost Busters de 1984 (sí, esa era en dos palabras) tenemos un producto entrañable, de acuerdo, pero tampoco podemos hablar de ella como una franquicia perdurable. Su secuela (ahora sí como Ghostbusters 2 en una sola palabra), producida cinco años después, es poco inspirada y se sostiene apenas del carisma de los actores, pero hasta ahí. Hubo una caricatura, los obligados videojuegos y el simpático logotipo del fantasmita detrás de la señal de “prohibido” se reprodujo hasta el cansancio en mercancía diversa, pero no podemos hablar del fenómeno como un universo expandido lleno de intrigantes historias por contar. No, tenemos algunas frases memorables, unos disfraces muy socorridos en Halloween, recuerdos de una Sigourney Weaver muy sexy y el pegajoso tema musical de Ray Parker Jr. grabado en la mente. ¿Eso justifica la animadversión absoluta que muchos profesan para una versión moderna?

No, no nos engañemos. Lo que ofende a muchos aquí son las mujeres. No importa que Kristen Wiig y la previamente mencionada McCarthy hayan sido consistentemente brillantes en sus recientes comedias fílmicas, con sólidas recaudaciones en taquilla para respaldarles. Tampoco interesa que Kate McKinnon y Leslie Jones se revelasen como los elementos más destacables del elenco de Saturday Night Live durante las últimas dos o tres temporadas, mostrando un rango humorístico de lo más amplio y un talento claro para hacer reír. Ni el stunt-casting del mismísimo Thor de Chris Hemsworth como recepcionista parece interesar a ese vocal grupo de detractores que analiza cada nuevo trailer como si fuera la película 8mm del asesinato de John F. Kennedy, en busca de argumentos anodinos para alegar que el director Paul Feig está violando sus memorias cinematográficas más sagradas. Sí, ese mismo Paul Feig que insultó comprensiblemente vía Twitter a las misóginas legiones que critican su película sin ninguna base sólida. Hey, si otros son apasionados para atacarle, a mi me parece muy aplaudible que él tenga pasión para defenderse…

La nostalgia puede ser algo muy bello, no me malinterpreten. El problema es que a menudo se confunde con un deseo de que el mundo no evolucione, que las historias no se reinventen para nuevas generaciones y que nuestras egoístas experiencias como fans vivan perpetuamente en una burbuja de cristal. Puedo respetar ese afecto que la gente tiene por sus recuerdos, sí. Pero verlos convertidos en violencia verbal hacia las mujeres y un rechazo digno de ISIS hacia las mismas me parece un argumento tan débil como… pues… como justificarte como madre después de dejar caer a tu bebé en la jaula de los gorilas, por ejemplo.

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