El derrumbe del más reciente matrimonio de Johnny Depp se dio con mayor rapidez que lo que duró Trascendence en las salas de cine (sí, hoy en día las referencias a la mala racha del actor en taquilla son cosa obligatoria). De pronto, una relación cuya máxima polémica parecía ser la introducción ilegal de perritos Yorkie a territorio australiano se vio marcada por acusaciones de violencia doméstica, seguidas de fotos de Amber Heard con visibles golpes en el rostro y una consecuente riña legal con el hombre al que llamó su marido durante los últimos 15 meses.
Las reacciones de la gente no se han hecho esperar, pero me llama la atención que la mayoría de las mismas ponen en duda las declaraciones de la presunta víctima y se esfuerzan por hacer una especie de perfil criminal de Depp en el que es incapaz de hacerle daño a nadie, sin importar las circunstancias en torno a los alegatos.
Sería absurdo el querer esclarecer lo sucedido entre Depp y Heard cuando las piezas del rompecabezas apenas comienzan a ponerse sobre la mesa, pero sí es de llamar la atención que el nivel de fama de las personas parece determinar qué tanta culpabilidad estamos dispuestos a asignarles cuando empiezan a volar las acusaciones.
Desde las épocas en que O.J. Simpson volaba por los freeways californianos frente a personas que le animaban con pancartas, hasta el sórdido involucramiento de Gloria Trevi en una especie de culto donde se presuntamente se abusaba de forma metódica de menores de edad, es un poco atemorizante el saber que, sin importar la gravedad de la falta o la evidencia disponible en cada caso, nuestra naturaleza nos inclina a disculpar o absolver con una facilidad pasmosa.
¿En qué estriba esta tendencia a exculpar a las celebridades? A mi parecer comienza por la cantidad de éxito que percibimos en quienes se ven involucrados en estos dramas: si se trata de alguien que pasa por un gran momento profesional, nos cuesta más trabajo creer que las acusaciones en su contra sean ciertas. Kalimba era un miembro casi olvidado del mundo del entretenimiento latino cuando se le acusó de cometer estupro, y por lo tanto estuvimos dispuestos a creer en su culpabilidad pese a que eventualmente se le absolvió de los cargos imputados. Quizá por eso ahora nos cuesta tanto trabajo aceptar que un actor de la “A-List” como Depp pueda ser presunto culpable de abuso contra su pareja, pese a la mala racha.
En este caso hablamos de un enfrentamiento de versiones entre dos famosos. De acuerdo, ella menos que él, y por eso podemos entender que haya más defensores de Depp que personas poniéndose del lado de Heard. Cuando Chris Brown golpeó a Rihanna la evidencia física era suficientemente grave, pero hubo quienes llegaron a excusar inverosímilmente al cantante diciendo que la culpa había sido de ella por “revisarle el celular” de su pareja. Cuesta trabajo entender argumentos defensores tan mal estructurado, pero no sorprende que existan.
A final de cuentas, no nos toca a nosotros decidir quién es culpable o inocente en una lamentable situación como la de Depp y Heard, pero anticipar juicios puede decir mucho sobre nosotros… y no es necesariamente algo bueno. En un clima social en el que la presunta víctima llega a ser cuestionada con mucho mayor dureza que quien se supone actuó violentamente en su contra, es preciso analizar por qué invertimos tanta simpatía hacia el famoso de nuestra preferencia en vez de considerar los patrones habituales en caso de abuso. Lo más triste: también sospecho que en cuanto se emita un veredicto legal en torno a lo sucedido, una vez expuestas las pruebas pertinentes, siempre habrá quienes metan las manos al fuego para decir que la justicia se equivocó.
Muy certero.