"Glee"

Fue amor a primera vista. Aún recuerdo perfecto ese día de 2010 cuando una amiga me dijo: “Si te gustan las películas musicales, tienes que verla. Te va a gustar”. Viviendo en México, el fenómeno en el que se había convertido Glee (que ya llevaba temporada y media de transmitirse en Estados Unidos) no había permeado tanto, pero como editor de una sección de espectáculos, constantemente escuchaba algunos comentarios de varias colegas y leía acerca del impacto que estaba teniendo, así que decidí darle una oportunidad.

Esa misma noche llegué a casa y le pregunté a mi esposa que si quería ver una nueva serie musical que me habían recomendado de manera muy especial. Y así lo hicimos. Desde el principio, se notaba que iba a ser algo especial: tres bellas porristas (las increíblemente sarcásticas integrantes de The Unholy Trinity: Dianna Agron, Naya Rivera y Heather Morris), una sádica coach (una insuperable Jane Lynch), un quarterback que ama cantar (Cory Monteith, el alma y corazón de la serie), una talentosísima pero súper nerd aspirante a estrella de Broadway (la bella, sexy y estúpidamente talentosa Lea Michele), un chico gay con voz de ángel (Chris Colfer en plan gigante) y versiones nuevas de temas clásicos ochenteros con los que crecí y que forman parte del soundtrack de mi vida, todo rematado con una ahora inolvidable secuencia final de ese primer episodio, en el que un grupo de chicos inadaptados le dio nueva vida a Journey con su alucinante versión de Don’t Stop Believin’, me causaron tal impacto que acabé rendido a sus pies. Me convertí en un Gleek.

UNA RELACIÓN AMOR-ODIO-AMOR

Lo que siguió fue, para quien esto escribe, el equivalente a cuando ves por primera ocasión a la persona que sabes que será tu pareja por el resto de tu vida. Y es que mi relación con Glee ha sido así: deslumbrante al principio, cuando todo se ve con los mejores ojos, los defectos se minimizan y sólo te importan las sonrisas y los coqueteos; pasando posteriormente y de manera esperada por los pleitos y diferencias propias de toda pareja, las decepciones, y la infaltable reconciliación.

Pero, ¿por qué Glee ha sido tan especial no sólo para mí sino para millones de personas en el mundo? En realidad su premisa básica podría indicar lo contrario, al menos para un adulto: se trata de una serie dirigida a los adolescentes (yo tenía 42 años en ese momento) y acusada de estar orientada principalmente a la comunidad gay, en la que a la menor provocación varios integrantes de su elenco comienzan a cantar (presuntamente ayudados por el Auto-Tune) y que habla, entre muchas cosas, de los problemas emocionales, sexuales y de bullying que sufren los chicos de una high school estadounidense. Además, incluye decenas de canciones de artistas ‘actuales’ de los que yo no sabía nada.

Es más, en sus temporadas 4 y 5 –impactada esta última por el fallecimiento de Cory Monteith- su calidad dejó mucho que desear en incontables episodios que mostraban una línea argumental absurda, incoherente, en la que personajes aparecían y desaparecían a la menor provocación, las canciones aparecían sin el menor sentido de justificación y todo parecía un desastre, dando la apariencia de que su co-creador, Ryan Murphy, la había abandonado a su suerte. Y eso se reflejó de inmediato en los ratings, pues pasó de ser una de las series más vistas del mundo a una a la que de pronto parecía que hasta sus más incondicionales fans le habían dado la espalda.

CAMBIANDO PARADIGMAS

Entonces, ¿por qué el amor a Glee? ¿Por qué a pesar de todo lo anterior defiendo a capa y espada su legado y justifico sus errores?

Con todo y lo kitsch, ñoña y absurda que pueda llegar a ser, Glee

es un festín de música, vistosas coreografías y jóvenes talentos, pero su verdadera fuerza radica en que le dio voz –y lo más importante, esperanza- no sólo a los inadaptados, a los perdedores o a los marginados que sufren de abuso en la escuela o en casa, sino también a la comunidad LBGT, que encontró en varios de sus personajes y relaciones (Klaine, Britanna) un reflejo de sus propias preocupaciones y deseos.

Ayudó a cambiar, en poco o en mucho, la manera de pensar de una sociedad que sigue viendo a la homosexualidad como algo anormal, inspirando a miles de personas a aceptar su propia sexualidad y, aún mejor, a no esconderla y sentirse orgullosos de ella. Sus personajes, conformados por chicos de raza blanca, negra, asiáticos, latinos, altos, delgados, gordos, rubios, morenos y un largo etcétera, ayudaron también a tratar de cambiar muchos estereotipos, pues fueron presentados con los mismos problemas, sueños, deseos y talento que cualquiera.

Pero Glee también habló a los adultos, ya fuera a los papás, para que estos tuvieran más apertura en cuanto a escuchar y entender los problemas por los que atraviesan sus hijos, sin importar de qué índole fueran (el personaje de Mike O’Malley, Burt Hummel, es el más claro ejemplo de eso); a los maestros, para que aprendieran a acercarse mejor a sus alumnos y les ayudaran a despertar el amor por las artes (el Will Schuester de Matthew Morrison merece un gran reconocimiento); o a otros, como un servidor, que no sólo nos hizo recordar buenas épocas con los covers de viejas canciones, sino que también nos dio una buena actualizada en cuanto a estilos y artistas musicales. Gracias a Glee descubrí a Katy Perry, Imagine Dragons, Lady Gaga, Amy Winehouse, Jay-Z, Bruno Mars, Cee Lo Green, Train, Lady Antebellum, Neon Trees, Maroon 5, Taylor Swift y un sinnúmero de artistas que ahora puedo apreciar y que de no ser por la serie seguirían siendo inexistentes para mí.

Y quizá lo más importante: estableció un diálogo en Estados Unidos, en varios niveles (y ojalá que así hubiera sido en todo el mundo donde se transmitió), acerca de la importancia que tienen las artes en el desarrollo y formación del ser humano. En una sociedad cada vez más tecnificada, llena de especialistas en sistemas, lenguajes, apps y demás, en la que los recortes presupuestales en casi todo el mundo afectan principalmente a la cultura, el que una serie tuviera como columna vertebral la música y el baile como forma de expresión, autodescubrimiento y desarrollo personal fue algo inaudito.

UN FENÓMENO COMO POCOS

Quizá desde Lost ninguna serie se había convertido en un fenómeno tan grande que permeara la cultura popular. Glee no sólo hizo cantar y bailar a millones, sino que se convirtió en un fenómeno que tiene el récord de más sencillos en la historia en el Top 100 de Billboard (205), superando a leyendas como Elvis Presley y The Beatles o a Lil Wayne y Jay-Z.

Convirtió en estrellas a varios de sus protagonistas (muchos de ellos con extraordinariamente talentosos, pero Lea Michele y Chris Colfer se llevan los aplausos por mucho); rindió merecidos homenajes a grandes estrellas (Madonna, Michael Jackson, Billy Joel, Stevie Wonder, Whitney Houston, Britney Spears, The Beatles); y produjo increíbles covers a temas mega populares (Somebody to love, de Queen; Express yourself, de Madonna; Teenage dream, de Katy Perry; o Chasing pavements, de Adele, entre otros).

También produjo una gira internacional con su elenco, de la cual se realizó una película en 3D, y hasta un show para encontrar nuevo talento: The Glee Project. Ah, y por si fuera poco, contó con la participación de estrellas como Britney Spears, Demi Lovato, Gwyneth Paltrow, Idina Menzel, Josh Groban, Kate Hudson, Lindsay Lohan, Neil Patrick Harris, Olivia Newton John, Ricky Martin, Sarah Jessica Parker o Whoopi Goldberg. Un fenómeno que difícilmente se va a repetir. Si bien cintas como High School Musical o series como Hannah Montana abrieron el camino para un regreso del género musical en el cine y la TV, Glee fue mucho más allá, rompiendo esquemas y dejando una importancia histórica en ese sentido que no se puede negar.

GRACIAS POR LOS RECUERDOS

Glee llega a su final este viernes 20 de marzo, con una sexta temporada que si bien fue recortada a sólo 13 episodios, retomó gran parte del camino perdido después del fallido experimento neoyorquino. Con las cosas de vuelta en Lima, Ohio, y parte del elenco original a bordo (es una lástima que hayan eliminado sin miramientos a los personajes de Melissa Benoist, Blake Jenner y Jacob Artist, de las temporadas 4 y 5), el ver cómo las vidas y destinos de los principales personajes se van desarrollando produce esa extraña mezcla de nostalgia, alegría y tristeza de tener que despedirse de un ser querido que se va para, quizá, nunca regresar.

Rachel, Finn, Kurt, Quinn, Mercedes, Santana, Brittany, Puck, Mr. Shue, Sue, Artie, Blaine, Mike, Tina, Sam, Marley, Kitty… se han convertido en parte no sólo de la cultura popular, sino de la historia de la televisión y los corazones de millones que cantamos, bailamos, reímos, lloramos y aprendimos a ser mejores personas gracias a sus historias y talento. Gracias, Glee, por recordarnos que el arte exalta, que el éxito no se mide en logros económicos o reconocimientos, sino en mirar hacia el interior para poder ser una mejor versión de nosotros mismos. Gracias por recordarnos que el secreto de la vida radica en no dejar de creer…

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