Se aprecia la honestidad, amigos de Ubisoft. Recientemente, el presidente de la compañía de videojuegos anunció que esperan “una mínima ganancia” de su próximo estreno, Assassin’s Creed. El filme, protagonizado por Michael Fassbender y basado en la saga de juegos del mismo nombre, llegará a las pantallas de cine en diciembre de este año. El hecho de que el ambicioso proyecto filmado en Malta, Andalucía y el Reino Unido no sea capaz de generar un pronóstico optimista quizá se deba a su material base.
Y es que Assassin’s Creed ostenta la etiqueta más dañina para una película después del tóxico lema “De la mente de M. Night Shyamalan”. Me refiero al de “Basada en el videojuego”. Tal parecería que las cintas asociadas con esa forma de entretenimiento casero están condenadas al fracaso en taquilla o a ser destrozadas por la crítica.
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Los ejemplos sobran: por cada película que más o menos se salva de ser un colosal fiasco (la original Tomb Raider, por ejemplo), tenemos una docena de terribles producciones que no valen ni el espacio que ocupan en los anaqueles de mercancía en liquidación. ¿Qué tal Street Fighter con Jean-Claude Van Damme, que además es tristemente recordada como la última actuación del talentoso Raúl Juliá? ¿O la película de Mario Bros que “reimaginó” a sus personajes en un extraño mundo distópico y oscuro, sumamente apartado del original y colorido entorno del clásico juego de Nintendo? ¿Hay alguien aún interesado en la enésima pesadilla fílmica que es una secuela de Resident Evil? No se amontonen, por favor.
A reserva de uno que otro proyecto que alcanza a ser evaluado como “pasable”, la abrumadora mayoría de esta clase de películas tiende a ser considerada como un producto inferior, a menudo apresurado en su camino hacia las salas con la idea de aprovechar cualquier clase de interés generado por el consumidor mientras el videojuego aún es popular. Hace pocas semanas la película de Angry Birds pasó por nuestros cines sin dejar grandes memorias a su paso. Sin embargo, con un presupuesto de unos 70 millones de dólares y una taquilla global cercana a los 350, los críticos no se mostraron complacidos con la historia. Pero, la verdad es que cualquier semblanza de trama partiendo de un juego que arroja aves multicolor con un resorte para derribar casas de cerditos beligerantes debe ser considerada un triunfo.
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También hay que considerar aquellos filmes que apuntaron muy alto, pero que llevaron como lastre el material inspirador. Final Fantasy: The Spirits Within vendía el atractivo de gráficos por computadora revolucionarios (para la época), en una cinta inspirada por el universo del popular juego de rol originado en Japón. El resultado fue un presupuesto de $137 millones de dólares y una taquilla de apenas $32 millones en los Estados Unidos, con un producto que no es del todo malo, pero que dista mucho de ser memorable aún para los fans de la franquicia.
El resto del espectro está poblado por nefastas producciones del director alemán Uwe Boll (célebre por retar a una pelea de box a quienes critican duramente a sus películas), mediocres cintas de Mortal Kombat o películas tangencialmente relacionadas con videojuegos como Pixels de Adam Sandler, un rotundo fracaso tanto en taquilla como con la crítica que significó un duro golpe para las expectativas de los estudios, quienes invirtieron una considerable suma para su realización.
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¿Cuál es, entonces, la mejor película basada en un videojuego? La reciente Warcraft no tuvo gran impacto en Norteamérica, pero otros mercados internacionales (China, el principal) sacaron a flote un filme que es rebuscado y grandilocuente, pero que tiene momentos brillantemente ejecutados por el director Duncan Jones. La primer película de Silent Hill es otro contendiente sólido, con una cinematografía llena de ominosos ambientes y suspenso genuinamente tensional. Y pese a que su recaudación en taquilla no fue lo que se esperaba, Prince of Persia tuvo un gran protagonista en Jake Gyllenhaal y resultó un filme entretenido, con aspectos visuales reminiscentes de su origen lúdico.
En lo personal, me quedaría con Wreck-It Ralph, un producto de Disney que toma inspiración y personajes de múltiples videojuegos célebres, los mezcla con productos propios y culmina con un producto que funciona en múltiples niveles. Dejando de lado algunos animes bien logrados, me parece que esta producción representa bien la experiencia del videojuego, sin basarse necesariamente en uno solo de ellos. Aún así me queda esperanza por Assassin’s Creed. Quizá los directivos de Ubisoft quieren moderar nuestras expectativas. O a lo mejor este subgénero está condenado a pasar un largo proceso de evolución en pos de la validez artística. Apuesto un guión de Pokémon GO: The Movie a que vivo para ver que suceda.
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