El empoderamiento de posar... con ropa
Kim Kardashian Instagram

Tengo miedo de que lo que voy a escribir a continuación me valga ser excluido del grupo al que tengo más años de pertenecer, aquél formado por puro macho pelo en pecho, lomo plateado, barba de leñador, cambiador oficiales de bidones de agua en la oficina y exterminador de arañas en el domicilio. Pero ni hablar, ahí va…

Queridas famosas: Dejen de quitarse la ropa para salir en fotos y llamarlo “empoderamiento”.

Jamás creí que llegaría un momento en mi vida en el que imploraría a las mujeres de este mundo, en particular a las que deben parte de su celebridad a sus agraciados atributos físicos, que dejasen de desnudarse para deleite de la pupila ajena. Quiero aclarar que yo crecí en los años ochenta como los curiosos niños de la serie Stranger Things, pero en vez de pasármela aclarando desapariciones misteriosas y enfrentando manifestaciones sobrenaturales ponía todo mi empeño en ver una mujer desnuda. La adolescencia tiene esas particularidades, en serio.

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En esa etapa de mi vida abusé del botón de pausa en la videograbadora VHS para detener por un instante en el tiempo la figura al desnudo de Phoebe Cates en Fast Times at Ridgemont High, o la de Kelly LeBrock en The Woman in Red. Recordemos que en la época pre-internet no era tan fácil ver la figura humana “sin cáscara”, a menos que se tratara de exposiciones de escultura renacentista.

Todo comenzó a cambiar en los noventas, gracias a Demi Moore. Ella causó conmoción al posar desnuda para la portada de Vanity Fair, con un avanzado embarazo, contando tan sólo con sus manos para cubrir su cuerpo estratégicamente. El doble impacto de contar con una de las actrices “A-List” al desnudo, aunado al poderoso mensaje de autoconfianza de una mujer a punto de dar a luz fue justamente alabado por la mayoría de las personas. Sí, hubieron quienes se escandalizaron, pero el mensaje no pasó desapercibido.

Poco después Janet Jackson posó semidesnuda en Rolling Stone, con las manos de su entonces pareja (René Elizondo) tapándole el pecho. Hubo bastante revuelo al respecto, claro, pues a fin de cuentas aparecer sin ropa (o con un mínimo de la misma) todavía no era un lugar común. Jennifer Aniston, durante el despegue de su fama como parte del elenco de Friends, también supo sacar provecho de este recurso en esa misma revista. Pero el acto original y transgresor comenzaba a convertirse en motivo recurrente…

El inicio del nuevo milenio vio crecer substancialmente las portadas de revistas importantes con esta misma fórmula, pero ya no eran noticia. Las Dixie Chicks aparecieron en Entertainment Weekly con la piel desnuda y mensajes político-sociales pintados sobre el cuerpo, pero parecía una estrategia distractora ante las polémicas declaraciones de la vocalista Natalie Maines sobre George W. Bush y la guerra en Irak. Britney Spears, Christina Aguilera y Lindsay Lohan posaron sugestivamente para publicaciones diversas en condiciones variables de desnudez, aunque todo iba de la mano de la imagen hipersexualizada que probablemente les habían forjado sus publicistas. En resumen: cada vez más desnudos, pero con menos escándalo al respecto.

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La llegada de Kim Kardashian alteró por completo este panorama. De pronto no era necesario ser famosa y desnudarse en una portada para generar respuesta del público, sino que una podía hacerse famosa a base de desnudarse en una portada, sin tener necesariamente una justificación o mensaje asociado. ¿Cuál fue la respuesta ante esta espontaneidad nudista en medios impresos? El dichoso “empoderamiento” como salida fácil para explicar la decisión.

Más allá de que la palabra en sí resulta medio chocante, la percepción de que una mujer adquiere mayor poder / reconocimiento / aceptación / influencia social por el hecho de quitarse la ropa suena… ¿contradictorio? Dudo en siquiera pronunciarme a favor o en contra de ello, pues lo primero hace que a uno lo tachen de “sexista” y lo segundo de “miembro del heteropatriarcado opresor”. Honestamente no creo caer en ninguno de esos extremos, pero el discurso se ha vuelto así de polarizante.

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Ante la gradual pérdida de impacto masivo por parte de la industria editorial, posar al desnudo en un medio impreso cedió paso al simple acto de encuerarse y subir el resultado a la red. ¿Quién necesita que un editor le asigne una sesión fofográfica exclusiva con Annie Lebovitz cuando la cámara del iPhone y una cuenta en Instagram nos ahorran tanto trámite? La consecuencia de esto ha sido una masificación de desnudos (totales o parciales) que surgen sin ton ni son, impulsando carreras tan indefinibles como las de Amber Rose o haciéndonos desear que famosas “de abolengo” jamás hubieran descubierto estas plataformas sociales. Te estoy hablando a ti, Madonna.

Lo cierto es que la saturación de la pupila nos ha hecho sentir ambigüedad sobre cada nuevo desnudo. Por cada instancia en la que una Kardashian amenaza con “romper internet”, hay cientos de selfies en el camastro junto a la piscina, en el vestidor de la boutique exclusiva o en la intimidad de la recámara que pasan desapercibidas. Mi otro yo adolescente, el del principio del texto, no está feliz al darse cuenta de ello.

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Por eso es que ahora les pido hacer algo radical, famosas: mostrar ese “empoderamiento” de otra manera. Cuando las Chloë Grace Moretz y las Taylor Swift de este mundo comienzan a cuestionar a compañeras de su mismo género por desnudarse, es obvio que alguien más recibió el memo de que quitarse la ropa ya no es novedoso, ni nos obliga a sentir que quien se quita dicha ropa está abriendo una avenida de libertad de expresión a través de quedarse “al natural”. Muchos me criticarán, quizá con justicia, pero admitamos que la novedad ya pasó hace un rato.

Y si de todos modos deciden que quitarse la ropa en fotos jamás pasará de moda, por piedad dejen de lado lo del dichoso “empoderamiento”. Es más honesto decir que lo hacen porque es natural y se les pega la gana, ¿saben?

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