Vivimos en un mundo donde existe la noción de que exponer las cosas ante la opinión pública es una estrategia sensata para diseminar información respecto a ciertos problemas, con la idea de que la exposición a gran escala equivale a mayor entendimiento de los mismos.
Resulta entonces complicado el evaluar los motivos detrás de la decisión de mostrar a la actriz Shelley Duvall en un reciente episodio de The Dr. Phil Show. La actriz ofreció una especie de entrevista que se caracterizó por extrañas aseveraciones, notable desconexión con la realidad y una preocupante actitud por parte del anfitrión ante una persona que, evidentemente, no estaba en condiciones de ser expuesta ante el público en una situación tan vulnerable.
En el transcurso de su aparición, Winters mencionó que piensa que el actor Robin Williams no está en realidad muerto, sino que “cambia de forma”. También mencionó que su propia vida corre peligro por amenazas del “Sheriff de Nottingham”. En algún punto, pese a todo, dijo algo que suena perfectamente honesto y auténtico: “Estoy muy enferma, necesito ayuda”.
¿Qué tanto debe procurar convencernos una persona afectada por desórdenes mentales de la gravedad de su padecimiento? Deberíamos responder que “poco o nada”, pero la fascinación reciente de los medios por sacar a la luz estas complicadas condiciones amenaza con hacernos inmunes a sus graves consecuencias. Ver a Kanye West quejándose de Jay Z, Beyoncé y Obama durante un concierto, para después enterarnos que tuvo que ser recluido de emergencia en un hospital durante una crisis nerviosa se nos figura como algo normal y hasta divertido. ¿Por qué? ¿En qué momento nos volvimos tan cínicos?
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Está claro que los derrumbes emocionales de los famosos llaman la atención, pero equipararlos con una estrategia inequívoca para lograr el éxito es particularmente ingenuo. Si Amanda Bynes insulta a otras celebridades, envía indirectas sexuales a Drake vía Twitter y después se estrella a bordo de un auto no vemos a una joven actriz desequilibrada, sino a “otra estrellita intentando llamar la atención”. El hecho de que no hayamos tenido que lamentar una tragedia en torno a su persona parece algo bueno, hasta que consideramos que el ciclo se repetirá de nuevo.
¿Quienes son los culpables? Ciertamente el mencionado Dr. Phil lleva gran parte de la responsabilidad en este proceso de frivolizar las afecciones mentales, pero no está solo. Otro “especialista” mediático, el Dr. Oz, suele caer rutinariamente en diagnósticos al vapor que simplifican excesivamente condiciones que deberían merecer otro nivel de estudio. Y el público tampoco se encuentra en las mejores condiciones para denunciar esta clase de aproximaciones irresponsables ante enfermedades serias.
La abundancia de críticas recibida por Dr. Phil en torno a la entrevista a Shelley Duvall en The Dr. Phil Show permiten mostrar algo de cauteloso optimismo respecto al mal hábito de creer que los ratings están por encima de los gestos de humanidad y decoro hacia el prójimo. La hija del cineasta Stanley Kubrick, quien dirigió a Duvall en The Shining, fue de las primeras personas en exhibir a la producción del programa de TV como explotadores de desgracias humanas. Por fortuna no fue la única manifestación de claro repudio.
Pero por otra parte la noticia que domina el colapso de Kanye West en días recientes es que el programa Keeping Up With The Kardashians no hará más grabaciones este año, pues Kim Kardashian quiere estar al lado de su esposo en este difícil momento y aún no se recupera del todo del asalto que padeció en París hace pocas semanas. ¿Cuántas personas se preocupan por que se diagnostique y trate el desorden post-traumático de la socialité y empresaria, en lugar de ponderar si veremos su reality show en fechas próximas?
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Es obvio que exponer ciertos temas ante el público en general no siempre es sensato, pues se corre el riesgo de tomar desinformación a gran escala y convertirla en aparentes hechos. ¿Tendríamos a tantas personas renegando de las vacunas si la presentadora de televisión y exmodelo de Playboy Jenny McCarthy no hubiera emprendido una campaña, igualmente simplista y perjudicial, en contra de este procedimiento preventivo?
A menudo se nos olvida que los medios masivos llevan una gran responsabilidad en el hecho de poseer tan grandes alcances con un público susceptible a tomar todo lo que viene de ellos como una gran verdad. Preocupa mucho que la manipulación y explotación de asuntos serios de salud se transforme en entretenimiento masivo, así que cada vez que leo un nuevo ataque contra Dr. Phil o sus similares me abstengo de defender su posición: quien se mete de cirquero no debe extrañarse cuando los leones le pegan una mordida.
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