El pasado domingo comenzó la tan esperada séptima temporada de la popular serie The Walking Dead. Por donde se analice está claro que fue todo un éxito. El que la haya visto, o simplemente leído en los medios, lo que nos dejó este primer episodio, sabe muy bien de lo que estamos hablando. El mensaje es muy simple: la violencia es rentable.
Y sin ánimo de causar controversias, o de pensar si este tipo de programas influencian negativamente o no a la sociedad estadounidense, la estrategia de producir shows de televisión cargados de alto contenido violento funciona tanto en ratings como en cobertura mediática.
Pero veamos el ejemplo de The Walking Dead como parte de un conglomerado de programas de televisión que se han colado en el gusto de un grupo demográfico clave, especialmente preferido de los anunciantes: los espectadores de 18 a 49 años. Sí, esta violencia en los programas más vistos, viene acompañada de grandes anunciantes; un modelo de negocio que favorece a todos.
Sin pensarlo mucho, es realmente fácil nombrar al menos cinco programas de TV que son altamente violentos, y que a su vez, son grandes generadores de ratings – también de críticas. Por ejemplo, el recién estrenado Westworld, la reina indiscutible de las series, Game of Thrones, la favorita en cuanto al género horror, American Horror History, el drama histórico de los luchadores escandinavos, Vikings y la franquicia policial, Criminal Minds.
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Para poner todo esto en perspectiva, el primer episodio de la serie de los zombies atrajo a 17 millones de televidentes, superando incluso a la NFL en audiencia – domingo por la noche. Si bien este no es un récord para la famosa serie – siendo la premier de la quinta temporada la más vista con 17.28 millones de espectadores – la vigencia y la popularidad se mantiene intacta.
Dicho esto, la controversia entre la audiencia alcanzada y la violencia vista durante el primer episodio creó diferentes opiniones. Por un lado, apoyo total por parte de los fanáticos, y por otro, un sin fin de detractores quienes criticaron duramente la naturaleza grotesca del show. Uno de los más notorios fue el grupo Parents Television Council, los cuales tildaron el episodio como, “Uno de los espectáculos gráficamente más violento que hemos visto en la televisión.”
Otro buen ejemplo de la violencia exaltada en un show de TV es Game of Thrones. ¿Cómo olvidar el capítulo final de la temporada 6, The Winds of Winter? Donde vemos una de las peleas más épicas y sangrientas realizadas en una producción televisiva. ¿Y adivinen qué? Obtuvo los ratings más altos de su historia con 8.9 millones de espectadores. O también, el episodio 9 de la temporada 3, The Rains of Castamere. Este penúltimo capítulo conmocionó hasta a sus más fieles seguidores por la masacre de la tan esperada boda entre el tío de Rob Stark y una de las hijas de Lord Frey – hasta los mismos actores comentaron lo difícil que fue filmar esa escena.
Más recientemente, la serie Westworld ha venido cargada de controversias. Especialmente por la violencia explícita en las diferentes tramas, y también la de género. Ya que existe un recurrente maltrato verbal y físico a las mujeres de la historia quienes en su mayoría son utilizadas como objetos sexuales. Pero aún así, la nueva apuesta de HBO logró atraer a 3.3 millones de personas superando los récord de ratings establecidos por True Detective (2.33 millones) y Game of Thrones (2.2. millones), ambas en sus episodios de estreno.
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¿Pero es que acaso la violencia en la televisión se ha incrementado? La violencia siempre ha existido, pero es evidente que la diseminación, acceso y alcance en cuanto a audiencia se ha diversificado gracias a la tecnologías y las plataformas para tal fin. Ya sea que la misma cause un conflicto de ideas y comportamientos en la sociedad o simplemente sea parte de una buena narración e historia, depende de a quién se le pregunte. Esta siempre ha sido la constante pugna entre la justificación de llevar a la pantalla este tipo de programación.
La violencia es rentable y genera ratings. Dos variables claves a la hora de justificar su presencia y atraer anunciantes. Ahora la responsabilidad o el libre albedrío de ver estas series de televisión recae en cada uno de nosotros.
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