Por siglos, las mujeres han tenido que superar muchos obstáculos para poder ocupar un lugar digno en la sociedad. Por ejemplo, el derecho a votar, la equidad de género, la igualdad salarial son solo algunos de los retos que las mujeres han tenido que enfrentar durante la historia.
Antes que nada, aclaramos que este artículo nada tiene que ver con promover el feminismo o victimizar a las mujeres. Lo que queremos es discutir el rol que en los últimos años la industria de la música ha jugado en la promoción de valores, algunas veces equivocados, sobre la imagen de la mujer en la sociedad, hasta el punto de incitar a la violencia en contra de las mismas.
Tampoco estamos culpando a los hombres, ya que en la creación de un video, un álbum o un canción existen múltiples variables, y también un equipo, a veces conformado por mujeres, el cual lleva el proyecto a la realización.
¿Por qué hablar de esto? Esto no es un tema exclusivo de las mujeres, es un tema inclusivo, que le compete a todos. Precisamente cuando vemos episodios como el protagonizado recientemente por el cantante Gerardo Ortíz, es que realmente nos preguntamos: ¿cómo es posible que una canción y video con tanto contenido violento y total detrimento hacia la mujer, pueda salir a la luz pública?
El video es una representación patética de las relaciones de pareja. Así Ortiz diga que su intención no es otra sino mostrar al mundo como es, no hay duda de que la manera en como el cantante decidió llevar esta realidad a la música, no es la mas adecuada.
Si no han visto el video, entonces les contamos de qué se trata. Ortiz encuentra a su compañera sentimental en la cama con otro hombre y le dispara al tipo en la cabeza. Posteriormente, se le ve atando a la mujer que lo engañó y metiéndola en el maletero de un coche. Mientras la policía se acerca, al cantante se le ve prendiendo en fuego al coche en cuestión. Esta no es la historia de la Cenicienta, ni mucho menos tiene un final feliz.
La música es parte de la cultura. La cultura es idiosincrasia; es decir, una serie de características heredadas o adquiridas, las cuales son claves para determinar las conductas de un individuo o colectivo. Por lo tanto, la música tiene el poder de influenciar, definir y resaltar ciertos comportamientos en la sociedad.
Incitar al feminicidio, y hacerlo de manera seductora, y hasta cool, es la conducta que no queremos que la sociedad herede y mucho menos emule. Y como la música siempre está presente en la sociedad, sin importar la raza o clases sociales, es importante que constantemente evaluamos, analicemos y discutamos el mensaje que se está enviando a través de la misma.
La expresiones musicales y/o artísticas que promuevan la violencia o exploten la imagen de la mujer son un tema que nos compete a todos. Otros géneros musicales tampoco se escapan de la controversia. Tal es el caso de géneros como el vallenato, el hip-hop, el reggaetón o el dembow (que se produce en República Dominicana), estos dos últimos considerados por algunos como música que degrada y ofende a la mujer, tanto por sus letras como por la sexualización descarada en algunos de los videos. Para otros, es tan solo un género que representa la cultura popular y lo que está de moda.
Consciente o inconscientemente, la música se vale de la imagen de la mujer a través de su sexualidad. ¿Estamos ante una falta de intelecto social? O por el contrario, las personas que forman parte de la industria saben que la música, los sonidos comerciales o pegajosos venden y por eso continúan este rumbo.
Y, aclaramos, este artículo no es, en lo absoluto, una crítica exclusiva contra Gerardo Ortiz. Es una crítica en contra de la explotación de la imagen de la mujer a través de la música que se está produciendo hoy en día.
Esto es un trabajo en equipo, tanto las mujeres como los hombres tienen la responsabilidad de lograr que la imagen y la manera como son percibidas por la industria de la música siga cambiando y valorando la importancia de las mismas en la sociedad.
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